Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Patético es lo menos que se me viene a la cabeza luego de escuchar al Presidente de la República, lamentándose por el desastre del sistema educativo, sobre su intención de pedirle a Joviel Acevedo que le haga la campaña de ayudarlo para que los niños del país puedan tener siquiera 180 días de clase en este año lectivo, meta que no se puede alcanzar precisamente porque el magisterio, siguiendo las instrucciones del dirigente sindical, se ha ausentado de clases y seguramente lo hará más veces si tienen que ir a las calles para respaldar cualquier “ideota” que se le vuelva a ocurrir al Presidente en materia de aumento de impuestos.

Todos los presidentes se han puesto de alfombra de Acevedo y sus huestes porque se tapan con la misma chamarra y porque el contubernio entre los sindicatos del sector público y los políticos es también parte de la cooptación del Estado que se realiza por métodos extremadamente mañosos. El Ministro de Educación habló después del Presidente en una entrevista y dijo que tratará de dialogar con la dirigencia magisterial para lograr ese objetivo de un año lectivo de 180 días, pero que no hay nada concreto porque la palabra la tiene la contraparte.

Como para que el país no esté patas arriba si el Presidente de la República no tiene los atributos para obligar a los empleados y servidores públicos a que cumplan con su elemental deber so pena de verse despedidos de manera más que justificada. Llora sangre y da grima escuchar a un mandatario, electo por el pueblo para acabar con los vicios del pasado, convertirse en paradigma de esos vicios al punto de caer, abyectamente, en la postura de tener que suplicar al evidente mandamás del sistema educativo nacional que le ayude a cumplir con lo que, simple y sencillamente, es una obligación del magisterio.

Honestamente hablando creo que entre esa actitud del mandatario con Acevedo y la reculada que tuvo que dar luego de haberse dejado encampanar en el tema fiscal por su inepto Ministro de Finanzas, que responde a intereses de sectores que abierta y descaradamente cuestionan todo lo que tenga que ver con la lucha contra la corrupción y la evasión de impuestos, son elementos suficientes para corroborar, de una vez por todas, que no hay ni preparación ni capacidad para conducir la cosa pública. Se trata, sin duda alguna, del peor gobierno y del peor gobernante que el país ha tenido en su ya larguísima historia de fiascos por la escasa calidad de quienes han ejercido el poder, tanto que sobran los dedos de una mano para contar las excepciones.

No digamos si a lo apuntado se agrega el manoseo propiciado desde la misma Presidencia de las inmunidades parlamentarias con los casos de Melgar Padilla y la Gobernadora que se retractó luego de haber denunciado las graves ofensas que recibió. En otras palabras, no es sólo ignorancia absoluta, incapacidad y cinismo, sino el abuso del poder para alentar la impunidad y la ilegalidad en el país. La mezcla es terrible para un Estado que no atina a encontrar su sendero.

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