Factor Méndez Doninelli

Las imágenes violentas que hemos visto en la TV y en las redes sociales, que reproducen agresiones de todo tipo, provocadas entre adolescentes mujeres, son inquietantes. Llamo la atención de la Procuraduría General de la Nación PGN, Ministerios de Educación, de Cultura y Deportes, de Gobernación, de las Municipalidades, del Ministerio Público MP, de la Policía Nacional Civil PNC, de los Consejos de Desarrollo de todos los niveles, de padres de familia, de la comunidad escolar y de la sociedad en general.

El Estado, Gobierno y la población, todos sin excepciones, debemos contener el fomento y prolongación de la perversa cultura de violencia, que sigue dominando la conducta social de grandes sectores de población. Las golpizas entre estudiantes mujeres, son otra muestra de esa añeja cultura violenta impuesta hace más de quinientos años por los europeos invasores, que despojaron a los pueblos originarios de sus territorios, los sometieron para convertirlos en esclavos, satisfacer sus intereses clasistas e iniciar la acumulación originaria capitalista, es la génesis del capital espurio acumulado y de la creación de las elites oligárquicas que desde entonces, usurpan el poder político de la Nación.

Esas elites y su ejército de lacayos son los responsables de implantar la cultura de violencia que hoy golpea a toda la sociedad. Si revisamos la historia del país, notaremos que la construcción histórica de la formación social está fundada en el uso de la fuerza y la violencia. La ocupación europea, el dominio y sometimiento de los pueblos originarios, el período colonial, los conflictos internos, las confrontaciones entre la federación, las luchas de liberales y conservadores, las dictaduras militares y civiles, el conflicto armado interno, la indiferencia del Estado ante la crisis sistémica y las condiciones socioeconómicas de la población, configuran el escenario perfecto para alimentar la cultura de violencia.

Según los artículos 1 y 2 de la Constitución Política de la República, el fin supremo del Estado es “…la realización del bien común.” Su deber es garantizar a los habitantes de la República, “la vida, la libertad, la justicia, la seguridad, la paz y el desarrollo integral de la persona.” Pese a las obligaciones y deberes del Estado, es notorio el desinterés por diseminar cultura de Paz.

Es imperativo comprometer al Estado y la sociedad, para atajar el avance de la cultura de violencia y abrir la oportunidad de construir una real cultura de Paz, educar a la población para el diálogo, el entendimiento racional, la armonía y la tolerancia. Es tiempo que todos los sectores y grupos sociales, asumamos la determinación de detener esa conducta social y con nuestros actos, abrir brecha por la ruta de la Paz.

Sustituir la cultura de violencia por la de paz, es un proceso de largo aliento que debe empezar con la voluntad política de los Gobernantes y la decisión firme de modificar las conductas sociales. Significa que se debe propugnar la elaboración de políticas públicas y compromisos de Estado, orientadas a erradicar la cultura de violencia y fomentar la resolución pacífica y dialogada de las controversias.

No se debe seguir dando malos ejemplos, como los de las golpizas entre adolescentes mujeres.

Hay que reflexionar con seriedad, sobre la necesidad de elaborar e impulsar campañas masivas, permanentes y sostenidas, para sensibilizar y educar a la gente, en especial a los jóvenes, sobre la importancia de resolver las diferencias mediante el diálogo pacífico y el comportamiento fraternal de unos con los otros.

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