Edith González
«Sólo conozco dos tipos de personas razonables: las que aman a Dios de todo corazón porque le conocen, y las que le buscan de todo corazón porque no le conocen.»
Blaise Pascal
Evelio Méndez, pretende hacernos creer que «fue poseído por el diablo…» y que por eso quemó con leños encendidos las manos de su hijo de 7 años, Medardo, a quien acusó de robar 50 quetzales, con los que compró trompos y gaseosa a sus compañeros de clase, quizás buscando aceptación y cariño que en su casa nunca encontró.
Este «pseudo pastor» fue abandonado por la madre de Medardo al no soportar más los golpes que le daba. Luego se juntó con Audelina López, madrastra de la víctima, a quien meses atrás la Procuraduría General de la Nación, le quitó a sus tres hijos, por darles malos tratos.
Este líder evangélico con «La Biblia» en mano abogaba por el amor a Dios, amor para nuestros hijos a quienes, decía, debemos de educar para que sean buenas personas.
¿En verdad fue endiablado? Qué fácil salir de un delito, pretendiendo con las manos sucias agarrarse del manto de Dios. ¡No! Simplemente este «pseudo pastor» actúo brutalmente, sin tolerancia, sin compasión, pero sí con alevosía, ventaja y saña contra su propio hijo y ahora tal cual hemos visto en los últimos días a muchos «delincuentes de cuello blanco», con «La Biblia» en mano, evocar a Dios para ser perdonados.
El daño está hecho, los médicos tratantes de Medardo, no descartan que sea necesario amputarlo, aunque él pide que le salven sus manitas y seguramente en su interior también un poquito de cariño.
¿Podrá la justicia perdonar a este desnaturalizado padre? Seguramente Dios con su inmensa misericordia lo hará, finalmente es Dios. Pero la justicia de los hombres deberá condenarlo, no sólo por no cuidar sino, por dañar lo más preciado que le fue dado: la vida, salud, seguridad y futuro de su hijo.
Es importante destacar que las iglesias evangélicas para su funcionamiento son autorizadas por el Ministerio de Gobernación, los requisitos son de tipo legal y fiscal, pero no se solicita un perfil educativo, psicológico, social, histórico ni económico del pastor a cargo quien desde una posición de «iluminado o endiablado» guía a personas que esperan de él, un verdadero líder religioso ¿Y qué decir de antecedentes policíacos o penales? Nada ni siquiera se mencionan.
Al solicitar un perfil de persona honorable y capaz de guiar espiritualmente a otras y supervisar, no significa que dejen de cometerse atrocidades a nombre de Dios, pero sí podrían reducirse, lo que no interferiría con el Artículo 36 libertad de religión, de la Constitución y podría ayudar a protegernos de estos «pseudo pastores, pequeños Dioses», que se sienten superiores a sus fieles y actúan de tal manera que infunden más miedo que respeto de quienes los escuchan y por supuesto, dejan el diezmo.
¿Quién debe intervenir para el control de estos improvisados guías de la población que no tienen ningún marco educativo y social para atender estas obligaciones religiosas?