Marco Tulio Trejo Paiz
A raíz del terremoto que sacudió el territorio nacional en 1976, estuvimos en Mixco Viejo, Chimaltenango, con Gabriel Martínez del Rosal (q.e.p.d.), copropietario de una finca de 80 caballerías.
Nos limitamos, en esa trágica ocasión, a enterarnos del gran desastre natural.
Sin embargo, en compañía de mi hija, licenciada Astrid María Trejo González, de su esposo Estuardo Moya Palma, de Julissa Pamela Cuéllar Trejo y de la nenita Valentina Morales Trejo, volvimos al mencionado lugar después de 40 años.
Con legítimo orgullo patriótico, debemos decir que Mixco Viejo es un admirable panorama verde, verde, verde, como diría Miguel Ángel Asturias, nuestro Premio Nobel. Uno se extasía al contemplar desde la cumbre del cerro donde hay un bello espacio de modestas instalaciones, pero, según nos informaron los trabajadores Lucio Estrada Roca y Jesús Estrada, llegan turistas europeos, asiáticos y americanos, incluso de varios lugares del país, especialmente de nuestra urbe capitalina.
El turicentro en cierne, por así calificarlo, virtualmente carece de las comodidades que se requieren para disfrutar de momentos felices inolvidables, pues difiere de otros centros de atracción turística como el de Panajachel, como el de Antigua Guatemala con sus numerosas ruinas, como los de Petén, entre otros que muchos conocemos.
El lugar turístico está en los dominios del Ministerio de Cultura y Deportes, pero se ha “olvidado” de realizar una obra a escala satisfactoria en Mixco Viejo que bastaría relativamente para que los visitantes se sientan como en el paraíso…
Las personas que llegan por motivos de grata recreación o de estudios arqueológicos se encantan de ver unas planicies engramadas que los trabajadores mantienen en magníficas condiciones, pues a diario las recortan con los respectivos instrumentos, y es así como esas planicies vienen siendo exquisitas caricias a la vista.
Es deseable que el Ministerio de Cultura Deportes, por medio de sus dependencias, invierta gradualmente unas millonadas para dotar al centro recreativo de referencia de un pequeño restaurante, de baños, cuartos para descansar y entregarse en brazos de Morfeo y otras comodidades para que los turistas se sientan exquisitamente complacidos.
¿Estamos, Juan Pueblo?