Luis Enrique Pérez

Si en un país no hay prosperidad, no hay que aumentar los impuestos, para que surja alguna esperanza de prosperidad; y esa esperanza será más realista si se reducen los impuestos. Si hay prosperidad, no hay que aumentarlos, para que la prosperidad continúe; y esa prosperidad puede ser todavía mayor si se reducen los impuestos. Es decir, nunca es bueno aumentar impuestos, y siempre es bueno reducirlos. Supongo un estado político normal, y no, por ejemplo, un estado político para defenderse de una agresión extranjera.

Los gobernantes mismos admiten que los impuestos obstaculizan la prosperidad. Una prueba de que lo admiten es que eliminan impuestos, o por lo menos los reducen, cuando pretenden incentivar una actividad económica, es decir, crean “incentivos fiscales”. Empero, si pretenden reprimir una actividad económica, crean impuestos, o aumentan los que ya están vigentes. Realmente, actúan sabiamente: reducir impuestos es un recurso eficaz para fomentar la prosperidad económica, y aumentarlos es un recurso igualmente eficaz para obstaculizar la prosperidad. Por ejemplo, si los legisladores pretenden que no prospere la producción de frijol, el mejor recurso de que disponen es imponer un impuesto infinito sobre cada grano de frijol; o si quieren que prospere esa actividad agrícola, entonces el mejor recurso es reducir o eliminar cualquier impuesto sobre cada grano de frijol.

En general, los impuestos son un costo. Todo costo es indeseable. Por consiguiente, los impuestos son indeseables. Y si es necesario que haya gobierno y, por consiguiente, si es necesario pagar el costo de tener gobierno, ese costo debe tender a disminuir, y no a aumentar. Quiero decir que si es necesario pagar impuestos, es mejor pagar menos que más impuestos. En particular, los impuestos son una expropiación coercitiva de patrimonio privado. Toda expropiación coercitiva es indeseable. Por consiguiente, los impuestos son indeseables. Y si es necesario que haya gobierno y, por consiguiente, si es necesario expropiar coercitivamente una parte del patrimonio privado para pagar el costo de tener gobierno, esa expropiación debe tender a disminuir, y no a aumentar. Menos expropiación coercitiva es mejor que más expropiación coercitiva.

El límite al cual debe tender la disminución del costo de tener gobierno es la cantidad de recursos necesarios para que el gobierno cumpla con las funciones que le son propias. Esas funciones son, por ejemplo, legislativas, para decretar las normas jurídicas a las cuales se someterán los ciudadanos; judiciales, para juzgar a quienes transgreden esas normas; y ejecutivas, para obligar a cumplirlas, y finalmente garantizar por lo menos, la libertad, la vida y la propiedad privada.

Los gobernantes tienden a incrementar los impuestos; pero no para cumplir funciones propias de gobierno, sino impropias; por ejemplo, administrar aeropuertos, repartir fertilizantes, construir casas, cazar iguanas cultivar tomates y, adicionalmente, disponer de recursos suficientes para enriquecerse ilícitamente. Y su más cara ambición es aproximarse a un infinito número de impuestos, y a un infinito valor de cada impuesto. Si pudieran crear un impuesto sobre el aire que respiramos, lo crearían; y si ese impuesto fuera causa de muerte por asfixia, crearían un impuesto sobre la muerte por asfixia, pagado por los familiares de la desgraciada víctima asfixiada.

Hay quienes argumentan que si el valor de los impuestos se reduce, entonces el gobierno obtendrá más dinero, porque los ciudadanos estarán más dispuestos a pagarlos. Entonces le convendría al gobierno reducir los impuestos, del mismo modo que, por ejemplo, le conviene a un vendedor de cebollas reducir el precio de ellas, para que le compren más, y finalmente ganar más. No admito tal argumento, porque el gobierno debe obtener solo el dinero que necesita para cumplir con sus funciones propias. Si con una reducción de impuestos obtiene más dinero del que necesita, la reducción no es suficiente y, por consiguiente, hay que reducirlos todavía más.

Post scriptum. Decía Milton Friedman: “Propugno una reducción de tributos en cualquier circunstancia, con cualquier excusa, por cualquier razón, y en cualquier momento”.

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