Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Principio diciendo que siempre he pensado que la recaudación fiscal en Guatemala es muy baja e insuficiente para enfrentar con políticas efectivas nuestros graves rezagos sociales, pero no puedo dejar de reconocer que además de que poco se puede hacer si tributamos tan bajo porcentaje con relación al Producto Interno Bruto, nuestro drama se complica porque cada período, desde 1986 hasta nuestros días, ha servido para ir perfeccionando los mecanismos de saqueo del Estado para trasladar recursos que debieron servir para combatir la pobreza a manos de los mismos contratistas, concesionarios y proveedores que son los verdaderos cooptadores del Estado.

Y tenemos que reconocer que el éxito de toda política impositiva depende de la moral tributaria de los contribuyentes que se ha visto seriamente lastimada por la evidencia, irrefutable, de que el dinero de los impuestos se ha utilizado para el enriquecimiento de pocos sin que ningún gobierno haya en realidad hecho efectivo algún esfuerzo por catapultar el desarrollo del país pensando en la gente y la necesaria inclusión de millones de marginados.

Gracias a lo que hizo la CICIG los guatemaltecos pudimos ver en cifras, en fincas, aviones, carros, motos y lujosas propiedades, la parte del saqueo que le queda a los políticos que no es la mayor tajada porque los financistas han sido históricamente los que se llevan la mayor tajada. Pero basta y sobra con lo que se ha expuesto para que los ciudadanos sepamos cómo se hacen las cosas en el país y eso ha debilitado seriamente la moral tributaria porque hasta el más papo de los papos entendió que el dinero de los impuestos se lo clavan y reparten inmisericordemente entre los financistas de campaña y el político al que, cada cuatro años, le toca el turno de ser apadrinado por los cooptadores organizados.

Y al día de hoy no ha cambiado absolutamente nada el patrón de funcionamiento del sector público. No sólo no se ha podido denunciar los pactos colectivos que sangran el presupuesto de la Nación, sino que se sigue contratando con los mismos, comprando a los mismos, otorgando licencias mineras o eléctricas a los mismos porque no ha cambiado el modelo que facilita esas negociaciones. No hemos podido salir de un Contralor que quedó en evidencia como parte de la jugada para apañar picardías, no sólo de los Patriotas, puesto que sirvió muy eficientemente para hacer lo mismo con los Colom-Torres.

El problema sigue siendo que el Presidente no entendió su mandato y cree que fue electo para hacer más de lo mismo sin tener que asumir la responsabilidad de ser el líder conductor del cambio que erradique la corrupción y acabe de una vez por todas con la impunidad. Y como para hacer lo mismo hace falta más pisto, instruyó a su Ministro de Finanzas que se lo consiga, pero sin abordar la otra parte, la que tiene que ver con la calidad del gasto, con la erradicación de arraigadas prácticas de corrupción que desangran el presupuesto y que hacen que nunca haya dinero suficiente para las cosas esenciales de un país tan desigual e injusto como el nuestro.

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