Evidentemente el Presidente no tenía agenda alguna respecto a la reforma política y por ello la puso en manos de la fundación que mantiene Vinicio Cerezo, el creador del sistema de entrega del Estado a quien le regaló la propaganda electoral en televisión, y el resultado fue entregado ayer al mandatario quien, de entrada, dijo que no reta a ningún organismo del Estado sino que al Congreso «lo invita de todo corazón» a que atienda el clamor popular, como si no hubiera contundentes y abrumadoras muestras de que aún cuando hay clamor, que en este caso no se nota, nuestros diputados tienen la capacidad de pasárselo por el arco del triunfo.
No se quiso nunca entender que el pueblo votó por algo nuevo para cambiar el sistema político del país, aunque en su ingenuidad entregara las llaves del control a los mismos diputados de siempre. Pero el sentimiento de que el país estaba desbordado por la corrupción y la impunidad está allí y sigue reclamando un liderazgo fuerte para transformarnos como Nación a fin de definir un nuevo proyecto que, implacable con cualquier acto de corrupción, centre el esfuerzo en el bien común y no en seguir acumulando beneficios para unos pocos, incluyendo los recién llegados funcionarios públicos que, como el vicepresidente Cabrera, se sienten orondos porque ahora pueden desplazarse en una lujosa camioneta Cadillac blindada cuando va y viene de su casa en La Cañada, distante de la que ocupó aun cuando manejó el millonario presupuesto de la Usac.
El Congreso estará tranquilo porque no hay nada significativo en cuanto al financiamiento y con el sistema de cuotas ya demostraron que lo pueden mandar por un tubo, como lo hicieron en el pasado. Exactamente lo mismo ocurre con las formas de elegir y la posibilidad de crear partidos distritales. Ya el Congreso rechazó prácticamente todo el contenido de la propuesta y tras hacerlo salió Taracena diciendo que habían hecho el cambio histórico más importante en la historia política del país. No vemos por qué el Presidente puede invitar de todo corazón a ese mismo Congreso a que revise sus decisiones de este mismo año respecto a la Ley Electoral y de Partidos Políticos.
Si alguien tenía alguna duda, lo de la reforma política es la confirmación plena y absoluta de que el país no va para ningún cambio importante. Aquí el sistema se reacomodó y espera que tras el castigo que pueda caer al PP, en la figura de personas como Pérez Molina y Baldetti (quienes se ganaron el odio de buena parte de la población), se aplaque la sed de justicia de la ciudadanía.