Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

Siempre he dicho que tener un presidente como Jimmy Morales, en este momento tan definitivo en la historia, nos pasará una factura que no podremos pagar porque el mandatario no le entra de lleno a los problemas del país (salvo para resolver el Caso TCQ en el que ya es otro operador) y los cambios que Guatemala requiere pasan por la necesidad de que alguien nos pueda liderar para que juntos, logremos deshacer los nudos gordianos de nuestro sistema.

Sin deshacer esos nudos es muy difícil pensar en un futuro sostenible para la nación, y ahora que se plantea la posibilidad de la reforma fiscal, la pregunta válida es ¿a dónde irá a parar ese dinero si no hemos enfrentado los vicios y hoyos de nuestro sistema? En La Hora publicamos un reportaje de que la brecha fiscal se ha cerrado como nunca antes en la historia reciente, pero la ejecución en las áreas de más necesidad no es tan contundente como el tamaño de nuestros problemas y en cambio, el estilo de vida de algunos en el Estado sigue a cuerpo de rey.

Los empresarios organizados dijeron que es momento de encontrar el mecanismo para que el Estado cuente con más fondos porque aprendieron de los bancos y el caso de las tarjetas de crédito, es decir, antes de que les metan el sopapo prefieren “incidir” para controlar la discusión. Hasta hoy no sabemos cuáles son sus intenciones claras y hay mucha otra gente que se opone a que se eleven tasas porque no hay muestras de transparencia.

Guatemala debe, sin lugar a dudas, tener más recursos para poder atender las grandes necesidades de la población, en especial de los menos privilegiados que son lo más necesitados (y quienes hoy no tienen capacidad de pago), pero mientras no tengamos las agallas de reformar el sistema (por completo), tener más recursos será para que se lo roben los de siempre.

Decían que el momento de la reforma pasaba por recuperar la confianza en las instituciones y aquí solo ha habido más confianza en MP, CICIG y SAT (salvo por el Caso de TCQ que deja mucha tela que cortar), pero todo lo demás sigue igual, sin cambios de fondo que nos hagan pensar que el dinero llegará al corazón de los problemas de nuestra nación.

Sí, necesitamos de una reforma fiscal, pero esta debe ser consecuencia del pacto para reformar al Estado, para atajar la corrupción y la impunidad, puesto que sin esos cambios, el dinero que se tenga servirá para seguir alimentando los deseos de los políticos, pero muy poca gente quiere esa reforma profunda del Estado porque eso significa romper el molde de los negocios y abrir el espectro de las oportunidades.

Habrá gente que siempre se opondrá a una reforma fiscal porque no les cabe en la cabeza cómo en Guatemala los marginados, los pobres, los habitantes rurales o los indígenas puedan llegar a tener oportunidades, cuando para ellos el país debe seguir siendo de unos pocos porque los otros son “pobres porque quieren”.

Con los recursos que se tienen nunca se podrá hacer una fuerte inversión social orientada a la prevención más que a la reacción y, por ende, debemos tener más recursos como país y todos debemos dar la cuota de acuerdo a lo que ingresamos, pero, con las reglas y el sistema que tenemos el dinero nunca servirá para atender a los más necesitados si no serviría para satisfacer a un puñado de mafiosos, como ha sido nuestra historia.

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