Estuardo Gamalero

«El problema de la humanidad es que los estúpidos están seguros de todo y los inteligentes están llenos de dudas»
Betrand Russell

En Guatemala y a todo nivel, se han puesto de moda los “todólogos”: personas que se creen expertos en todos los temas. De estos, mutan los necios. En el ambiente político, la historia reciente empieza décadas atrás con personajes casi de ficción, descarados en su mayoría, cuya cualidad destacada fue ser «demagogos, seguros de sí mismos”, para conseguir dinero o votos, de un pueblo que según “ellos” los escogió como redentores.

“Ellos” tendrán su culpa por pícaros o charlatanes y el resto tenemos la nuestra, ya sea por cómplices o por haber creído, recaído y vuelto a caer en el mismísimo error. Pero la estupidez humana es infinita, aseguró Einstein y en este siglo, más deben sorprendernos los falsos líderes del derecho, la política, la economía y la sociedad, cuyas teorías aniquilan naciones, mercados, sociedades y libertades, con las cuales proponen revoluciones e incentivan el odio entre clases: “Que se distribuya la pobreza”, “Que se vayan los inversionistas”, “Que se suban los impuestos”, “Que bloqueen las calles hasta que les hagan caso”, “Con una nueva ley se componen los problemas”, “Comprensión para los compañeros y todo el peso de la ley para los enemigos”.

El modelo perverso aplica a los tres Poderes del Estado y al Poder en todas sus instancias: lo privado, la iglesia, los medios de comunicación, la academia, la comunidad internacional y la sociedad civil.

En psicología, hay un fenómeno que se conoce como “Efecto Dunning-Kruger”. La teoría fue desarrollada en 1999 por los doctores Justin Kruger y David Dunning, catedráticos de la Universidad de Cornell, Nueva York.

El “Efecto Dunning-Kruger” es una desviación en la capacidad del individuo respecto de sus conocimientos. Las personas con escasa habilidad o conocimientos padecen de un efecto de superioridad y con arrogancia llegan a creerse más inteligentes que otros, midiendo equívocamente su habilidad por encima de lo real.

Es una relación entre vanidad y estupidez, que convence al incompetente de ser muy inteligente, quien con arrogancia impone sus órdenes o ideas «de jugo de limón».

El estudio del “Efecto Dunning-Kruger” empieza en 1995, con el caso de McArthur Wheeler. Un hombre de 44 años, que, en Pittsburgh Pensilvania, robó dos bancos a plena luz del día, sin máscara que ocultara su cara. El hombre fue arrestado una hora después que su imagen fuese mostrada en los noticieros.

McArthur Wheeler, se había aplicado jugo de limón en la cara y estaba convencido que, al igual que el jugo del cítrico funciona como tinta invisible en el papel, también haría desaparecer su rostro ante las cámaras de seguridad.

La idea fue sugerida por dos amigos de McArthur Wheeler. Éste, “inteligentemente” probó su eficacia: se aplicó jugo de limón en toda la cara y les pidió “a los amigos” que le tomarán una fotografía. Según Wheeler, en la misma no apareció nada: no sería de extrañar que los dos “amigos” apuntaran al techo o la hayan manipulado. “¿Cómo pueden saber que fui yo, si apliqué jugo de limón en mí rostro?”, dijo el ladrón al momento de ser arrestado.

Un año después, David Dunning, no podía creer la historia que plasmaba la noticia. Intrigado ante esta muestra de estupidez, decidió investigar qué había detrás. Empezó el estudio a partir de la siguiente hipótesis: ¿Es posible que mi propia incompetencia, me haga inconsciente de esa misma incompetencia?

Dunning, unió esfuerzos con Justin Kruger (estudiante en aquel entonces) en una investigación, con el fin de hallar una respuesta. Se dieron cuenta que mientras más incompetente era la persona, menos notaba su incompetencia, y que mientras más competente era, más subvaloraba su competencia.

En 1999, Dunning y Kruger publicaron sus conclusiones en el documento: “Sin habilidades e ignorante al respecto: cómo las dificultades en reconocer la propia incompetencia conducen a una autoimagen exagerada”. En resumen, las conclusiones básicas de los individuos incompetentes fueron:

• Son incapaces de reconocer su propia incompetencia.
• Son incapaces de reconocer las genuinas habilidades del resto.
• Son incapaces de reconocer hasta qué extremo son incompetentes en el tema.
• Si se les entrena para mejorar sus habilidades, pueden reconocer y aceptar su falta de habilidades previa.

Dunning y Kruger, señalan que las habilidades necesarias para hacer algo bien, son justamente las capacidades fundamentales para poder evaluar correctamente cómo lo estoy haciendo. Por ejemplo, si la ortografía de una persona es pésima, el conocimiento necesario para reconocer que su ortografía es mala y corregirla es, justamente, saber de ortografía.

Las decisiones de gobierno, las leyes del Congreso y las resoluciones de los jueces, no se trata de que nos gusten o no. Lo importantes es que sean lógicas, apegadas a Derecho y que tengan un sustento técnico o científico que las haga viables.

Sin importar en qué equipo juguemos, ciertamente, la enorme mayoría somos o hemos sido afectados por este “efecto”… la pregunta es: ¿somos capaces de darnos cuenta?

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