Isabel Pinillos – Puente Norte
ipinillos71@gmail.com

Las cartas están echadas tras la nominación oficial de Hilary Clinton en la Convención Demócrata, quien se enfrentará al republicano Donald Trump el próximo noviembre para ser la primera mujer presidente de los Estados Unidos.

Aunque las fuerzas demócratas y republicanas ahora pelean por la dirección del país, en lo que sí están de acuerdo es sobre lo que atañe al Triángulo Norte centroamericano, y sus prioridades en la región. A saber, la lucha contra la corrupción, la violencia, el fortalecimiento institucional y detener la migración. De modo que, no importando quién sea electo, seguirá el apoyo continuado a la CICIG y al Ministerio Público. El Plan Alianza para la Prosperidad ha tenido como objetivo controlar la seguridad regional y eliminar el riesgo de un estado fallido muy cercano de sus fronteras.

El nombramiento de Tim Kaine como compañero de fórmula de Hillary para cautivar el voto latino parece una decisión acertada. Kaine, de formación jesuita, aceptó su nominación en perfecto español, el cual aprendió durante el tiempo que vivió en Honduras. A pesar de que la campaña de Hilary ha ofrecido ayudar a las familias en situación migratoria irregular, no hay mucha cancha para maniobrar, porque las políticas trazadas en la administración anterior no son negociables en el seno del presente Congreso.

Pero si por mala fortuna llegara a ser Trump el próximo Presidente, será mejor que nos agarren persignados, pues él y su compañero Pence agregarían una serie de acciones adicionales encaminada a la “autodeportación” de los indocumentados, pero sobre todo existiría un ambiente de mayor hostilidad a la que ya sufren todos los días en las escuelas, en los trabajos y en los vecindarios.

Aunque Clinton representara “más de lo mismo” de la política norteamericana y no goce de popularidad entre varios sectores, especialmente entre la juventud demócrata que se identificaba con un Bernie Sanders dispuesto a romper con el status quo del establishment, a sus detractores no les ha quedado de otra. Han decidido unirse para combatir al mal mayor: Donald Trump.

En esta carrera presidencial los demócratas han aprendido a no subestimar la fuerza de Trump, pues usará todos sus recursos para evidenciar la impopularidad de Clinton, y exacerbar el coraje del norteamericano de la clase media, agobiado por impuestos que ya no pueden pagar, desempleados por las políticas del tratado de libre comercio NAFTA promovidas por la misma Clinton, así como la simple frustración del hombre blanco, a quien le dice que todo esto es culpa de “los que no son como él”, que han ocupado su país y que hace necesario recuperar la hegemonía del mismo.
Es así como el lunes, Michelle Obama fue la reina de la noche entregando un discurso emotivo, apelando a la unidad y no a la división, aludiendo tácitamente a Trump, afirmando los valores democráticos y a las luchas ganadas en contra de la esclavitud y la emancipación de las mujeres. Contrario a la convención republicana en donde las diferencias entre los distintas facciones se hizo evidente hasta el final, en la convención demócrata, las polémicas rivalidades entre los seguidores de Sanders y Hilary fueron disipadas tras una conmovedora moción de Sanders, quien propuso que se dejara de hacer el conteo tradicional por estado, lo cual encendía discursos emotivos de sus seguidores y se proclamara la victoria a Hillary por aclamación a viva voz. Fue el momento decisivo que mostró no sólo caballerosidad de Sanders sino una verdadera estrategia como estadista. Con esto se consolidó una convención demócrata que presenta un proyecto unificado y consensuado que camina hacia una misma dirección.

Artículo anteriorLogan Lerman, un joven actor en busca de drama
Artículo siguienteLa cuadratura del círculo