René Leiva

¿“Tanque de pensamiento”? ¿El cerebro humano? ¿La biblioteca? ¿La universidad? ¿Una camioneta rellena de pasajeros? ¿Una manifestación campesina? ¿El museo? ¿El mausoleo…?
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Dicen que el siglo XX murió hace más de cien años pero sin dejar descendencia, el pobre.
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Alí Babá, buen amigo, honrado pastor de cabras, remiso y prudente, la nescencia reiteradamente te confiere ser, nada menos, ¡el jefe de los cuarenta ladrones!
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Extraño caso: cuando dialogo aprendo más de mí mismo que de los otros.
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Es mientras duermes que, oportunista, con alevosía, ventaja y casi siempre nocturnidad, se aparece ese reprimido, negado, velado, clandestino poeta soñador de tus sueños.
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La novedad no ve edad.
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Suicida es aquel que ya no quiere pasar el resto de su vida consigo mismo.
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Que poseer una mente abierta no denote que esté vacía.
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¿Cuánto de ósmosis hay en la lectura de un libro imposible de abandonarse?
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Me pregunto si de no haber existido el latín, el griego y el árabe yo no estaría mudo, sin lectura ni escritura y sin siquiera pensamiento.
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Cuando sueño despierto el mundo dormita o disimula un bostezo.
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La muerte empezó a imitar al arte desde antes del principio de la vida.
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El niño que hay en mí me hace las mismas preguntas imposibles de siempre.
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Se necesita ser un verdadero solitario, de entraña, para disfrutar de la compañía de los otros.
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Desde la perspectiva del botón, hoy le pusieron una camisa.
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Nuestra alma es un tesoro enterrado en una isla desierta.
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Somos lo que comemos. Hay quienes sólo son lo que defecan.
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Es admisible descubrir, aquí y allá, el agua azucarada; pero bebérsela resulta imperdonable.
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Fogueados en los ambages, la insinuación y el disimulo, los chapines. Artistas natos.
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Se aprende algo cada día… para el infinito acervo del olvido.

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