María José Cabrera Cifuentes
mjcabreracifuentes@gmail.com

El fatal atentado llevado a cabo el pasado 18 de julio en la Granja Penal Pavón, en el que fue ultimado el excapitán Byron Lima junto a doce reos que purgaban su pena en dicho centro de detención y una visitante, sin duda llamó la atención hacia las deficiencias existentes en el Sistema Penitenciario, dejando de manifiesto la situación de inseguridad y anomalías que se vive día a día en las cárceles guatemaltecas.

Fuera de cuestionamientos está el hecho de que la relevancia que le dieron los medios de comunicación fue porque uno de los fallecidos era precisamente ese al que llamaban “el reo más poderoso” del Sistema Penitenciario. No deja de sorprenderme, no obstante, que la sociedad entera invisibilizara a doce de los asesinados dando importancia únicamente al excapitán y a una mujer argentina de quien no se cansaron de decir que era modelo ni de reproducir sus fotografías ejerciendo su profesión un sinnúmero de veces.

No puedo dejar de expresar mi repudio por restarle valor e importancia al resto de víctimas por no haber sido personalidades o ejercido oficios tan llamativos como los dos que menciono. Tampoco puedo dejar fuera mi sorpresa por la escasa mención en el caso de los derechos humanos, cuyos defensores, o al menos la mayoría, no se pronunciaron al respecto.

La situación del Sistema Penitenciario es sin lugar a dudas alarmante, con este último hecho quedan muchos cabos sueltos y se manifiestan diversas situaciones a las que sin lugar a dudas habrá que prestársele atención. Tal el caso del crimen organizado dentro de las cárceles y la posible complicidad de guardias penitenciarios sin cuya ayuda el haber ingresado prácticamente un arsenal al citado centro de detención hubiese sido casi imposible.

Aunque parezca trillado y muchos antes que yo han escrito interminables líneas para decirlo, creo que el nivel de violencia, de saña, de deshumanización debe llamar nuestra atención hacia la calidad de sociedad que tenemos. El entorno en el que nacen muchos de nuestros compatriotas se convierte muchas veces en su condena a vivir una vida llena de precariedades y de violencia que solo sirve para generar más violencia. La pérdida de valores, la pobreza, el abandono, entre otras, son causas de que en el mundo haya cada vez menos humanidad y empatía.

No es en ningún momento mi intención exculpar a Lima, aunque sigo dudando de su participación en el crimen por el que fue condenado, de su implicación en actividades ilícitas. Tampoco puedo culparlo por delitos que no me consta que haya cometido. Lo que no puedo dejar de hacer es visualizarlo como un ser humano, a él al igual que a todas las víctimas de este atentado y todos los que han ocurrido dentro del Sistema Penitenciario con anterioridad. De igual forma, necesito expresar mi enojo por el morbo generado alrededor de estas muertes, a tal punto de circular fotografías macabras que a más de alguno causaron pesadillas y chistes acerca del deceso de un ser humano.

Aunque la problemática guatemalteca consta de muchas aristas, la situación actual del Sistema Penitenciario debe ser atendida lo antes posible. El contratar a más guardias no está ni cerca de representar la solución. Al igual que en el caso de muchos otros problemas que se viven en el país, se deben buscar soluciones integrales y profundas que vayan más allá de solo una reforma aparente. Aunque los resultados se vean a un plazo más largo, considero que la prevención de la criminalidad sigue siendo la parte fundamental para obtener un resultado distinto. El regreso a los valores y el énfasis en la educación son elementos imprescindibles para recobrar, al menos en una mínima medida, la humanidad que el convulso contexto se ha encargado de extirpar.

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