Muchos están con una mano adelante y la otra atrás mientras se van quitando las capas de la cebolla en el caso Cooptación del Estado, porque más que un simple proceso contra 57 personas, terminamos viéndonos en un espejo que, como sociedad, muchos aceptaron y promovieron como su sistema. Y lo malo es que vivimos con los cooptadores en el día a día.

Guatemala es un país en que cualquier propuesta de “aunque sea algo”, se ve buena. Lo podemos notar ahorita con el caso de APM y el interventor que de muy buena gana les propuso una salida cómoda cuando el Estado tenía el control de todo el proceso. Por supuesto, ojalá su talentoso aporte no sea luego recompensado con contrataciones por su voluntariosa forma de entregarles el negocio.

En otro ejemplo, vemos que todos los sectores representados en la acusación del Ministerio Público y la CICIG ante el juzgado, son solo la muestra de lo que los otros grandes empresarios han hecho con el poder político para mantenerlo comprado y venderles la idea de esa “asociación” temporal con que usan cuatro años a los candidatos para tirarlos a la basura después de haberlos hecho sentir tan millonarios como ellos con hechos ilícitos que generan complicidad.

Tenemos a medios de comunicación que han sido parte del sistema de saqueo. Ya sea que los propietarios los han nutrido con fondos provenientes de sus puestos como funcionarios; que los propietarios han sido parte del sistema de ir y venir con la plata para enriquecerse ilícitamente junto a los políticos; o porque hay quienes han utilizado su poder como “periodistas” para gestionar beneficios que vuelvan atractiva la conocida venta corrupta a los políticos. En fin, que con este panorama es preocupante el tipo de información a la que se somete la sociedad.

Pero lo peor de todo es que por este sistema de cooptadores es que ni habrá reforma formal del sistema político, ni se seguirán haciendo manifestaciones de amor y lealtad a la CICIG y al MP, ni motivaremos el cambio real del sistema de Guatemala.

La realidad es que muchos se sienten involucrados de una u otra manera en ese tan mentado sistema y no quieren cambiarlo porque son parte del problema, porque los beneficios son muy fuertes como para sacrificarlos o porque hay ejemplos de gente que está pagando ante la ley por hacer de lo mismo y eso les genera un desorden estomacal terrible.

Somos una sociedad dominada por los cooptadores y la ciudadanía parece que ha aceptado, con su silencio, seguir bajo el dominio del “sistema”.

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