Javier Estrada Tobar
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@JAVIEResTOBAR

Leer libros es muy bueno. Nos ayudan a desarrollar la imaginación, obtener conocimientos, relajarnos y divertirnos, entre muchos otros beneficios. Sin embargo, leer no necesariamente hace mejor a una persona. Conozco a gente que lee mucho y hace daño a los demás, no tiene capacidad para compartir y lejos de contribuir con el desarrollo del país, lo hace retroceder. Son esas personas que pueden tener bibliotecas impresionantes y verdaderos tesoros bibliográficos, pero no son conscientes de que tienen que pagar impuestos para que otros, menos privilegiados, puedan tener acceso a un cuaderno o un libro para asistir a la escuela; tampoco se preocupan por garantizar el bienestar de sus trabajadores o a tratarlos con respeto, o como mínimo, a ayudarlos para superarse académicamente, y con su limitado nivel de razonamiento no llegan a comprender que el bienestar colectivo puede ser rentable para sus intereses particulares.

También conozco a gente que no sabe leer y escribir, y es muy bondadosa, amable y compasiva. He convivido con esas personas que no tienen idea de qué es El Señor Presidente o quién fue Dostoievsky, y que consideran la compra de un libro como un lujo impensable en su vida, pero jamás dudarían en compartir la mitad de las tortillas de su almuerzo con alguien hambriento, y eso es lo que verdaderamente mueve hacia adelante a Guatemala, la solidaridad; en este grupo también he conocido a personas que no pueden deletrear una palabra, pero comprenden que la educación de sus hijos y de los niños y niñas en su comunidad puede representar una venta de oportunidades para el bienestar colectivo, y por eso se sacrifican en trabajos mal pagados y tediosos con tal de asegurar una mejor calidad de vida para las futuras generaciones.

Y es que el conocimiento que nos aportan los libros, como cualquier herramienta, puede usarse para el bien o el mal, o simplemente, no usarse. Esto  me hace pensar que la “clase intelectual” es necesaria, pero solo resulta útil si sus conocimientos aportan algo positivo a quienes los rodean. Está muy bueno que los guatemaltecos vayamos a la Feria del Libro, pero siempre es bueno tener en cuenta que el país necesita actitudes y acciones positivas, y propuestas de cambio planteadas desde la solidaridad, el respeto y el amor, que no siempre provienen de lectores empedernidos. Recién fui a Filgua y me agradó encontrar a personas de diferentes grupos sociales leyendo libros y revistas, escuchando conferencias o discutiendo sobre literatura y haciendo valiosos aportes para la academia, pero tenemos que tener claro que afuera de las paredes que albergan la Feria del Libro hay una Guatemala necesitada de ciudadanos comprometidos y conscientes de que las letras, sin acciones positivas, no son útiles.

Podrá ser esta una visión pragmática sobre la literatura, pero considero que es necesario detenernos un momento para reflexionar sobre lo que estamos haciendo por el país y la comunidad, en vista de que no basta con comprar libros y compartir fotos en Twitter y Facebook de nuestras adquisiciones para que la realidad cambie para bien. No basta con leer libros. Hay que actuar.

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