Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

Siempre he dicho que uno como papá tendrá que resolver a los hijos algunas dudas que se le presenten durante su etapa de crecimiento. Pienso que explicarle a mi hijo por qué algunos viajan en carro u otros en camioneta o por qué algunos vuelan en avión privado o en avión comercial, será complejo pero no imposible.

También he dicho que el día que me pregunte por qué hay gente que come los tres tiempos y otras personas que hacen tres tiempos pero durante toda una semana, le tendré que explicar muchas cosas de nuestra bella Guatemala que han funcionado para cooptar un sistema y asegurar que seamos unos pocos los que terminamos teniendo oportunidades que terminan siendo, al final de cuentas, lujos en el reino de la pobreza.

Pero ya me veo yo, con el ceño fruncido y enardecido de la cólera, cuando me pregunte, ¿papá, pero después de todo lo que dicen que pasó en el 2015 y 2016, porque hoy, años más tarde, seguimos con los mismos problemas? ¿Por qué no cambió nada?

Ojalá nunca me hagan esas preguntas, pero si lastimosamente ese día en efecto se convierte en una realidad, la respuesta sería dolorosa, pero verdadera: mijo porque somos un pueblo que se conformó con “peor es nada”, con “no es lo ideal pero es lo que hay” o con “ahora estamos un poco mejor que antes”.

Le tendría que reconocer que fuimos un pueblo incapaz de materializar nuestra frustración en cambios profundos, difíciles y dolorosos, reconociendo además que nuestra descomposición social es tal, que alcanzar acuerdos en esta sociedad es casi imposible y más cuando lo que se plantea son reformas profundas que ataquen los vicios del siempre y busquen romper los negocios que solo han ido cambiando de manos.

Ley Electoral, Ley de Compras y Ley de Reformas a la SAT son ejemplos claros de eso que menciono, es decir, los chapuces. En el proceso que lleva Jimmy Morales para discutir la segunda generación de reformas el tema del financiamiento es “uno más” en lugar de ser el tema más importante cuando ya quedó evidenciado que el financiamiento electoral es EL CÁNCER del sistema y la madre de todos los vicios.

A mis 34 años entiendo que los procesos de cambio no pasan de la noche a la mañana, y que no siempre llevan el ritmo que uno desea, pero también entiendo que nunca vamos a cambiar el fondo de la cosas si todo lo deseamos hacer con cascaritas de huevo, con parches, tardándonos mil años, con chapuces, con cosas a medias, conformándonos y cuanta divagación se nos pueda ocurrir.

Ojalá este segundo semestre del año se convierta en un tapaboca para mí, aunque lo dudo; hay que seguir luchando, no perder la fe y la esperanza porque es nuestra obligación como guatemaltecos que deseamos un mejor país para nuestros hijos, pero tal y como están las cosas el panorama no es alentador.

¡Ah!, y me faltó una cosa, no se ve cambio en el horizonte porque somos una sociedad que le rinde pleitesía al ladrón, justificamos los negocios de cuello blanco, pretendemos los fines sin importar la formas y porque siempre hay alguien dispuesto para negociar lo corrupto y volver legal lo ilegal, “en aras de no ahuyentar la inversión”. La paja más grande la historia y el peor argumento de los mafiosos.

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