Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Luego de los acontecimientos de Pavón se escuchan muchas voces clamando por una refundación del Sistema de Presidios, como si se pudieran ir parchando las estructuras visiblemente deterioradas del país. No hay refundación de nada posible mientras no nos decidamos a la verdadera refundación del Estado mismo que es lo que está por los suelos, pero ocurre que los guatemaltecos parecemos estar acomodados a lo que hay porque siempre es más cómodo tener un recurso para jugarle la vuelta a las leyes o a las obligaciones, juego en el que nos hemos ido perfeccionando a lo largo de la vida de nuestro país.

Nos hemos acostumbrado a conformarnos con poquito y así vemos que cuando se modificó la Ley Electoral y de Partidos Políticos, todos coincidían en que no era lo deseable, pero que “peor es nada” y ante esa lógica de cinismo nos conformamos con lo que el Congreso quiso aprobar. Ayer los mismos diputados aprobaron las reformas a la ley de la Superintendencia de Administración Tributaria que no permite a la SAT actuar de inmediato para fiscalizar a los contribuyentes, pero hasta el mismo Superintendente publicó en las redes sociales su satisfacción, explicando luego que es mejor tener esto que no tener nada.

Lo mismo va a pasar con el sistema de justicia y la reforma constitucional que será una prueba de fuego para la figura del Comisionado de la CICIG y para la Fiscal General, puesto que al quedar finalmente en manos de los mismos diputados que evidentemente saben cómo poner las palabra para que las leyes no produzcan ningún cambio, terminarán diciendo igual que el señor Solórzano Foppa, que “peor es nada” y que “algo se avanzó”, como ya se ha vuelto costumbre.

En Guatemala vivimos al estilo del puro Chapuz y por ello es que creo que es más estadista don Próspero que el jefe de la Tropa Loca, puesto que el comediante de radio entiende que los guatemaltecos, para pasarla bien, nos conformamos con puros chapuces y eso demuestra conocimiento de nuestra realidad y del comportamiento colectivo de nuestra ciudadanía.

No es sólo que todo lo dejemos para mañana, sino que además, cuando se hacen las cosas nos conformamos con muy poquito. Cualquier  porquería nos parece “un paso adelante” aunque en el fondo haya sido un retroceso enorme porque se trata de cambios cosméticos cuya verdadera finalidad es atajar los cambios de fondo que son los verdaderamente necesarios. Todo lo que pasa por nuestro Congreso tiene el mismo denominador común y es que estamos atrapados por una clase política que se juega su subsistencia, que se está literalmente jugando su futuro en esta coyuntura que se abrió en abril del año pasado y de la que no hemos pasado a ningún lado efectivo porque los guatemaltecos no nos hemos decidido a cambiar nada.

Me impresionó ver al pueblo en Turquía desafiando a la fuerza bruta para contener un golpe de Estado. Al margen de que el gobierno turco haya mal utilizado esa fuerza popular, impresionaba ver a la gente defendiendo sus derechos políticos y ojalá lo vuelvan a hacer frente al presidente represor. Y pensé que aquí no veremos esos gestos porque nos conformamos siempre con el peor es nada.

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