Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

El debate sobre si somos o no un Estado fallido persiste en el matiz de lo que los expertos definen como tal, pero viendo lo ocurrido ayer en Pavón, con la muerte del capitán Byron Lima Oliva, nos debe abrir los ojos para entender que el Estado guatemalteco se ha desentendido de sus obligaciones y deberes, no sólo en cuanto al sistema carcelario sino en general, para caer en un ente ineficiente que no puede ni siquiera garantizar los derechos más elementales ni cumplir con las obligaciones fundamentales.

Pocas horas antes de conocerse los violentos sucesos de Pavón, le decía al personal de redacción que había que hacer un trabajo sobre la farsa de las requisas en los centros carcelarios. Informes casi diarios de registros minuciosos que aportaban como resultado la confiscación de un chip telefónico o de un par de onzas de mariguana, cuando todos sabemos que desde las cárceles se dirigen las extorsiones y se dirigen asesinatos, además de que hay reos que gozan de privilegios tan especiales como el disponer de sofisticados cuerpos de seguridad.

El gobierno sostiene que es un problema heredado y que la falta de recursos no les ha permitido avanzar, pero la verdad es que no se ha dado ni siquiera un paso en la dirección que implique búsqueda de soluciones. Se mantuvo el estatus dejando que los reclusos mantuvieran el control firme de las prisiones porque ello ha sido altamente conveniente para todos. Cualquiera que haya pensado en llegar al poder para hacer algo por Guatemala tendría que saber que uno de sus primeros retos sería retomar el control de las prisiones y garantizar que el Estado lo mantuviera en ejercicio de su soberanía. Tanto se habla de que nuestra soberanía ha sido violentada por la CICIG, pero no se dice que no ejercemos soberanía sobre la mayor parte del territorio y que ni siquiera en las prisiones el Estado tiene arte o parte en lo que ahí ocurre.

Cierto que en seis meses no se puede arreglar un deterioro que viene de, por lo menos, los últimos 50 años, pero eso no puede ser el eterno pretexto para no hacer nada, para no emprender acciones que apunten al cambio. Justamente la crítica mayor al presidente Morales es que no ha entendido que no fue electo para entretener la nigua ni para administrar los vicios heredados, sino para combatirlos frontal y gallardamente para lo cual hace falta y debió convocar, al pueblo en pleno para que su apoyo fuera el motor de la transformación.

En cambio, se puso a repartir escritorios porque no llega siquiera a un administrador de la crisis. La crisis sigue desbocada como se comprobó ayer con lo ocurrido en Pavón y no parece haber interés o esfuerzo por hacer algo. El pueblo necesita un líder que lo convoque y dirija a la construcción del nuevo orden político que acabe con el sistema del Estado destruido por los poderes fácticos a los que les conviene el caos para seguir operando y enriqueciéndose.

Mi abuelo decía que la clave era el jinete. Un buen líder saca lo mejor de un pueblo, mientras que un mal jinete se deja llevar a donde lo quiera llevar el caballo.

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