Eduardo Blandón

A seis meses del gobierno de Jimmy Morales, la prensa y el cotilleo generalizado se ha dado a la tarea de hacer un balance que valore con justicia el paso del Presidente por el Ejecutivo. Como en toda sociedad medianamente democrática, se ha dicho de todo. Unos, que el principal líder político del país no se ha dejado sentir, ni se sentirá, por la falta de cualidades que lo conviertan en capaz de asumir el puesto. Otros, más generosos y optimistas, defienden su paso breve y se muestran llenos de esperanzas por lo que viene.

Yo no estoy del lado de los optimistas, pero tampoco creo que el balance final de su “desgobierno” será peor que el recibido, por ejemplo, por un Álvaro Arzú.  El actual Alcalde cascarrabias podría situarse en las antípodas de Jimmy Morales. Sus epígonos admiran su carácter, intrepidez, dinamismo, bondad y hasta la virtud de hacerse rodear por gente supuestamente capaz. Todo un dechado de virtudes.

La verdad, sin embargo, lo que no ven su legión de serviles, es que es un líder tan improvisado como Jimmy.  Con el agravante de que su ignorancia es supina y pasmosa.  Atrevida.  Por ello, es capaz de ir contra la razón e imponerla para alimentar a su niño interno que lo devora.  Resultado final: un gobierno caprichoso, sátrapa y delincuente que permitió el enriquecimiento de sus fieles cercanos.

Los otros gobiernos no fueron diferentes.  Repáselos. Vinicio, Jorge, Ramiro, Alfonso, Álvaro, Otto.  No podemos presumir que su liderazgo haya dejado una huella positiva histórica sobre el país.  Más bien se dedicaron, unos a no hacer casi nada y permitir el liderazgo de  otros, al mejor estilo de Álvaro Colom, otros, la mayoría, a descalabrar el Estado y saquearlo. Quiero decir que Morales es tan pernicioso como los otros.

Y lo catastrófico de Jimmy es parecido al gobierno de sus anteriores colegas: incapacidad de gestión del Estado, ausencia de proyectos de gobierno, ineptitud para liderar un gobierno de cambio a favor de las mayorías y una afinidad malévola de todos, tanto con el ejército como con el sector privado.  El valor agregado de Morales es que “desgobierna” un país cada vez más hundido y necesitado de un liderazgo diferente. Esto sí es una desgracia mayúscula.

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