Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

Si el presidente Jimmy Morales tuvo que recurrir a las redes sociales para decir aquí estoy, es porque la gente no siente su presencia y ello es porque su rosca lo ha embaucado en el día a día (con su pleno consentimiento) y con eso lo han neutralizado para que sea un ave de paso y no un agente de cambio.

Morales mordió el anzuelo muy fácil, y lo tienen donde quieren las mafias de este país, es decir, dándole aspirina a un enfermo de cáncer terminal. Sus acciones de apoyo a la CICIG y al MP, son como un tratamiento que puede ayudar a que en el mejor de los casos la enfermedad no se siga propagando tan rápido, pero no la elimina.

Los entes investigadores y algunos operadores de justicia han iniciado una cruzada en contra de la corrupción y la impunidad, pero su lucha no estará completa hasta que en Guatemala no cambiemos las reglas del juego y eso era justamente lo que tenía que hacer Morales, es decir, liderar el cambio empoderando a un pueblo que fuerce al Congreso para que esto cambie.

Aún y cuando tenemos un Legislativo totalmente desprestigiado con un Mario Taracena a la cabeza de un organismo que es el celoso guardián del Sistema, con un aparato de justicia cooptado al igual que las otras facetas del Estado, con una contraloría inoperante y que está diseñada para nunca cumplir con su función, resulta que Morales todavía ha tenido la habilidad para atraer la frustración de los guatemaltecos porque se ha negado a jugar el único papel que le fue encomendado: ser el líder del cambio.

El Presidente se niega a ser un campeón de las reformas y a jugar un papel más activo empoderando a una población que estando harta de tanto saqueo quiere cambios, pero no atina por dónde empezar y a quién debe seguir.

Así como CICIG, MP y SAT han judicializado casos que nos han permitido visualizar cómo es que se fraguan y estructuran los negocios en Guatemala, mismos que datan desde los tiempos de la Colonia, Morales tiene todo el poder (aunque no lo quiera usar) para desnudar a un Estado que ha sido secuestrado para ser funcional sólo para unos cuantos.

Su responsabilidad con la historia, pero sobre todo con su país, con él y con su familia pasa justamente por quitarle el rostro a una fachada estatal que esconde negocios, dinero, influencias, impunidad y bienestar para algunos pícaros, pero miseria, pobreza, inseguridad, corrupción, efectos de la impunidad y falta de oportunidades que afectan a millones de guatemaltecos.

Estar en la posición de Morales no debe ser fácil, pero no tiene opción. O es el representante del cambio y el líder de un movimiento que sacuda la bases del Sistema para poder tener columnas sólidas sobre las que podamos construir una nueva Guatemala o quizá le quedará mejor agarrar su saco y buscar otro oficio porque de seguir así, no solo corre el riesgo de ser recordado como alguien que desperdició, quizá, la mejor oportunidad de la historia, sino que los mafiosos de su equipo lo meterán en problemas que lo puedan llevar a pasar penas con la justicia.

Seis meses han pasado, pero todavía queda el segundo semestre de este año que supuestamente era «el año del cambio».

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