“El que manda es Dios. Si Él quiere, me puedes matar, si no, pierdes tu tiempo”, empezó escribiendo don Mario López García, piloto de bus que fue asesinado el jueves pasado por no cumplir la extorsión con la que un grupo de pandilleros lo tenía sometido a que pagara, prácticamente, el 20% de sus ingresos.

Don Mario dijo en su carta que se levantaba a las tres de la madrugada para que durante el día pudiera obtener entre 50 y 100 quetzales. Le cuestiona al pandillero que lo acosa a qué hora se habrá de levantar él para una función en la que no tiene ninguna obligación más que amedrentar a la gente.

Hoy, ya asesinado por esa osadía, don Mario reclama lo criminal que resulta que su trabajo tan sacrificado enriquezca a esos criminales que mantienen la bota del temor sobre los ciudadanos.

Esta carta en la que con fe y con indignación un ciudadano se enfrenta a los temores de la extorsión, debe servirnos también para que la sociedad la lea, la entienda y la asuma por las actitudes que en conjunto hemos tenido los guatemaltecos.

Porque hemos sido una sociedad totalmente indiferente ante la miseria, el racismo, la injusticia, el dolor ajeno y la violencia, siempre y cuando afecte sólo a aquellos que nunca han tenido nada porque nacieron para ser pobres.

Ahora que van cayendo poco a poco millonarios “tradicionales” que han hecho su dinero por medio de la corrupción, la impunidad, la evasión y la compra de los políticos que parten el pastel siempre para los mismos, deberíamos entender que esta carta de don Mario es una carta también escrita para ellos y para todos aquellos que han sido cómplices y partícipes de esas prácticas con que se mata de hambre y a balazos, a los ciudadanos trabajadores en una sociedad estructurada para el bienestar de tantas mafias.

Ya no podemos seguir siendo la sociedad que se indigna porque a unos cuántos de los rostros más “conocidos” en el jet set se les ve tras las rejas. Eso sí, se pide presunción de inocencia ante quienes han condenado a tantos ciudadanos a vivir en la pobreza con tal de hartarse con los millones y millones que se han apropiado por las malas.

Y esta carta pasará y se olvidará porque igual nos pasó con el bebé que murió a balazos en un bus, o en los brazos de su madre por hambre, etc. Somos una sociedad con el corazón cauterizado, pero con la ambición a flor de tierra y por eso se tolera a tanto corrupto.

Artículo anteriorSe sigue ignorando el mandato
Artículo siguienteCelebran feria artística en homenaje a la familia