Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

El Presidente de la República recurrió a las redes sociales para recordar a la ciudadanía que, contra lo que algunos han dicho, sí hay presidente y está muy ocupado desde que tomó posesión para resolver problemas como los de la red hospitalaria y la falta de escritorios en las escuelas, tareas que afirma realizar sin descanso y con la más absoluta y total entrega. Sin embargo, pasa por alto el presidente Jimmy Morales que la suya es posiblemente la Presidencia de la República surgida con el más claro, categórico y explícito mensaje de los ciudadanos como para que, en su caso, podamos hablar de un verdadero mandato.

Sus antecesores fueron elegidos en el marco del proceso de cooptación del Estado que se tradujo en la compra de votos con los recursos inmorales de financistas que no sólo mantuvieron, literalmente hablando, a los holgazanes que aspiraban a la Presidencia, sino que, además, les dieron dinero para contribuir a la grosera prostitución de la actividad política que terminó alcanzando a electores movilizados cual borregos por enormes maquinarias aceitadas con el dinero que a manos llenas compraba voluntades a cambio de que contratos, concesiones y negocios fueran asignados a dedo a esos generosos financistas que ahora, cínicamente, alegan que eran víctimas de extorsión.

En cambio, Morales fue elegido porque fue el candidato fuera del sistema y porque su principal mérito era ser desconocido y ajeno a las imágenes que socialmente se tenían de los políticos tradicionales. Se le eligió para romper con el pasado de lo que, con cierta chispa, llamó la vieja política en directa alusión a su contrincante de la segunda vuelta. Y la gente respondió, votando a en contra del sistema, de lo establecido y enviando a la Presidencia al rostro de lo nuevo que la ciudadanía anda buscando.

No fue, entonces, electo para entretener la nigua ni para seguir con el trotecito impuesto desde 1986 cuando se inauguró la llamada era democrática que terminó siendo la era de la pistocracia en la que quien más caro vendía su alma al diablo, ganaba la Presidencia para cumplirle a esos diablos que se hacían con todos los negocios públicos. No fue elegido para abastecer los hospitales, sino para terminar con las mafias que siempre se enriquecen con las compras de medicamentos y desde su primer día cometió el error de recibir “donaciones” que llevaban no sólo insumos vencidos, sino la doble intención de ocupar los espacios que no pudieron comprarse en el curso de una campaña electoral atípica en la que ganó alguien a quien no le dio tiempo de encontrar al diablo para venderle su alma.

No entender la profundidad del mandato puede ser la mayor deficiencia que tenga nuestro Presidente. No es un estadista y aun sabiéndolo, el pueblo lo eligió porque confió en que tenía la virtud de ser ajeno a las mañas de siempre, y se pensó que podría aprender a gobernar si se asesoraba bien.

Los primeros seis meses ha trabajado mucho, dice él, pero no lo ha hecho en la dirección del mandato y cuando lo llegue a entender posiblemente se haya quedado sin el necesario capital político para ser el motor de la transformación del país.

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