Sandra Xinico Batz
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El patrimonio de una cultura constituye la herencia histórica, ideológica y biológica que se transmite de generaciones a generaciones para preservar prácticas y formas de vida. Esos legados tangibles e intangibles permiten que las culturas tengan presente su pasado y conozcan el origen de sus antecesores, de sus espacios y creencias. Es creación e invención.

El conocimiento y reconocimiento de estos elementos permite el fortalecimiento de la identidad y evolucionan junto con las culturas. Es una herramienta para reafirmar el sentido comunitario, de colectividad o de pertenencia a un grupo, con el que se comparte el espacio territorial (un entorno) y por ende, se mantienen relaciones sociales y eso le da sentido al existir de las personas.

Es herencia histórica porque es la prueba material de nuestro pasado, es ideológica porque es un canal de pensamientos y formas de entender el universo, es biológica porque implica el ambiente, el territorio, los recursos naturales, la relación del ser humano con su entorno natural como una especie más. Por esto su preservación y defensa son inevitables. Ha sido una construcción social que ha permitido la continuidad de la vida y por ende de las culturas.

La tierra (territorio) es un ejemplo claro de esto ya que evidencia nuestra existencia a lo largo del tiempo y su mantenimiento garantizará la de las y los del futuro porque permitirá alimento, vivienda, pertenencia (comunidad), estabilidad; por ello su despojo ha sido una herramienta fundamental para la homogenización cultural, porque al despojarla se provoca el desarraigo, se deshace la práctica comunitaria y al desconocer nuestra historia es como si no hubiésemos existido, por lo tanto se elimina cualquier vínculo con el espacio (territorio) e identificación con una cosmovisión (ideología). El despojo de la tierra también implica despojo cultural y sin pueblos (o comunidades) no hay “oposición”.

Desde la colonia hasta la actualidad, la práctica del despojo de la tierra a los pueblos indígenas no ha cesado y las comunidades han sido estigmatizadas por la defensa que mantienen ante las empresas nacionales y extranjeras que han causado la muerte, persecución y encarcelamiento de cientos de personas en todo el país.

Autoridades comunitarias, líderes, personas honradas, hombres y mujeres, han sido acosados y apresados por ser las voces de sus pueblos que no están de acuerdo en que sus entornos, sus hogares (su futuro), sean destruidos y sus patrimonios despojados para la instalación de hidroeléctricas, minerías o megaproyectos que se enriquecen a costa de la vida de las comunidades. ¿Este es el precio del “desarrollo”?

Arturo Pablo, Adalberto Villatoro, Francisco Juan, Mynor López, Ermitaño López y Rigoberto Juárez, de las comunidades de Santa Eulalia y Santa Cruz Barillas, Huehuetenango, son ejemplos vivos de esto pues actualmente son presos políticos por su liderazgo en la defensa de sus territorios. El 06 de julio inició el debate oral y público en su contra tras permanecer algunos de ellos más de un año en prisión.

Hasta el momento únicamente comunitarios han sido encarcelados por los conflictos provocados por la empresas extractivas.

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