Claudia Escobar. PhD.
claudia_escobar@radcliffe.harvard.edu

En la construcción de una sociedad más democrática los ciudadanos guatemaltecos debemos desarrollar ciertas habilidades y cambiar actitudes que nos permitan una convivencia pacífica.

En cuanto a las primeras es necesario que seamos capaces de rebatir nuestras posturas y defender nuestras ideas con argumentos lógicos. El poder dialogar con alguien que piensa distinto de nosotros es un arte en el que se debaten ideas y posturas contrapuestas. La antigua Grecia, cuna de la democracia, desarrolló plenamente esta habilidad que se conoce como el “agón”. En cualquier sociedad la capacidad de argumentar es una competencia necesaria para poder avanzar.

Es lamentable que en nuestro medio cuando estamos en desacuerdo con una postura, la forma más usual de rebatirlo es a través de desacreditar, intimidar o amenazar al adversario; ya sea dentro de un proceso judicial, en una mesa de diálogo o en los medios sociales.

Esta práctica ha quedado evidenciada en todo su esplendor en las audiencias del juicio conocido como “Cooptación del Estado”, en donde Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti, incapaces de argumentar, se han dedicado a atacar y desacreditar a los titulares de la CICIG y el Ministerio Público. Poco o nada dicen sobre los hechos que se les imputan, y con su actitud ponen en evidencia no solo su falta de razonamiento lógico, sino también su falta de justificación para el robo descarado al que se dedicaron siendo gobernantes.

Otro caso preocupante, que demuestra la poca capacidad de raciocinio de algunos guatemaltecos, es la amenaza de que ha sido objeto mi hermana, la periodista Lucía Escobar, al expresar su oposición al desfile militar. Los simpatizantes del Ejército no tardaron en emitir opiniones desacreditando su trabajo, y hasta la amenazaron con quitarle los dedos y hasta la cabeza. La violencia en la que estamos sumidos se manifiesta de diversas formas; en la poca tolerancia hacia los demás, en las maneras de reaccionar cuando algo no nos parece, en la desconfianza hacia los que son distintos de nosotros, incluso en la forma de comunicarnos y expresarnos verbalmente.

Nuestra idiosincrasia nos hace desconfiados, violentos, intolerantes y tendemos a discriminar al que no piensa y actúa como nosotros; al que no pertenece a nuestro grupo, al que no es de nuestra comunidad, a quien profesa una religión distinta, etc. Somos incapaces de reconocer la riqueza en nuestra diversidad cultural.

Es evidente que la historia nos marca como personas y como sociedad. Los guatemaltecos no podemos ignorar que hace 20 años el país estuvo sumido en un conflicto armado interno que ha dejado su huella en todos nosotros. No solamente en los que estuvieron involucrados directamente en la guerra y lucharon por sus ideales, sino también en aquellos que no tomaron partido.

En la ceremonia de graduación de Harvard, recientemente, el cineasta Steven Spielberg expresó que la forma de crear un mejor futuro es conociendo nuestro pasado. Él insiste a sus hijos que vean hacia atrás, que traten de comprender el pasado. Para que entiendan quiénes son ellos, deben saber quiénes fueron sus padres, sus abuelos y como era su país antes que ellos nacieran.

También nosotros tenemos que entender nuestro pasado, buscar las causas que originaron un conflicto que parece estar aún tan presente en nuestro tiempo. Esto nos podría ayudar a reconocer nuestras limitaciones, no solo como individuos sino como grupo social.

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