Han pasado ya 5 años desde que Cristina Siekavizza “desapareció” de la misma residencia que compartía con sus hijos, el acusado de haberle dado muerte, Roberto Barreda, y la empleada doméstica, Petrona Say que ha sido testigo en el caso.

Son 5 años en los que mucha gente ha sabido qué pasó y es peor que el mismo crimen el dolor que genera la eficiencia de un muro de impunidad que sumado a los manejos oscuros que se han dado en el caso, permiten que no haya castigos no solo al actor material, sino a todos aquellos que han sido cómplices en un delito contra la vida, un asesinato de una mujer, dentro de la misma casa en que habrían estado sus hijos al momento del crimen.

Este tipo de acontecimientos y actitudes son los que nos terminan de confirmar que somos un país subdesarrollado en el que la violencia, la intolerancia y la ventaja de quienes tienen poder y dinero sobre los que no lo poseen, es una piedra colgada al cuello.

Si se tratara de cualquier otro caso ya se sabe que sería complicado porque la violencia contra la mujer y el femicidio en sí son hechos que cuentan con una alta tasa de impunidad en el país. Pero si a eso sumamos que los involucrados incluyen como acusado principal al hijo de una expresidenta de la Corte Suprema de Justicia, a ella misma como supuesta cómplice igual que varios “poderosos” que se pintan como ignorantes inocentes, el caso se vuelve mucho más complicado.

Es un verdadero reto para las autoridades por lo emblemático que ha sido este caso el poder romper las barreras que se están planteando en el proceso y que se pueda hacer un alto en el camino y revisar todas las pistas que se han tenido para determinar la culpabilidad y participación de cada uno de los sujetos procesales que a lo largo de estos cinco años han estado involucrados en este hecho.

Seguramente, hay gente que sabe mucho más de lo que ha dicho y llegará el momento en que tengan que contar qué pasó y lo que hicieron para ayudar a los acusados.

Mientras tanto, seguimos siendo una sociedad que tiene que entender que aprender a decirles a dos hijos o a los padres de Cristina que “a saber qué pasó”, ya no es tolerable. Porque cientos de Cristinas han quedado sin las luces de la opinión pública y este caso debe servir para ser contundentes con el castigo. Queremos respuestas.

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