Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

En esta era de la información, ayer me topé con un video en Internet en el que un locutor decía “That tiny Iceland really showed us a big lesson” que en español sería “esa pequeña Islandia realmente nos enseñó una gran lección” mientras se mostraban las imágenes del recibimiento a sus seleccionados de futbol que jugaron en la EURO 2016 y que tras superar a rivales de talla como Portugal e Inglaterra, cayeron ante el local Francia en cuartos de final.

¿Pero en realidad cuál es la lección que nos dio Islandia? Según datos de Wikipedia al alcance de todos, la República de Islandia como también se le llama, es un país con una población de alrededor de 332 mil habitantes que destaca por tener una economía de mercado, pero con un “welfare state”, es decir, el sistema nórdico en el que el Estado juega un papel fundamental en la protección y promoción del bienestar social y económico de sus habitantes.

Islandia provee a su gente con atención médica universal, educación y el país destaca por su estabilidad e igualdad económica, social y política. En 2013 fue el treceavo país del mundo con mayor índice de desarrollo humano y en el 2008 cuando la crisis económica azotó, la justicia cayó sobre los banqueros que habían hecho de las suyas permitiendo que eso, junto a otras medidas en especial la recuperación del turismo, dieran vía al resurgimiento de la economía.

Entonces más allá de lo futbolístico que vimos ahora en la EURO y de la compenetración de sus jugadores y afición, la gran lección de Islandia es que no dejan a nadie atrás, de que se levantan y caen como hermanos y como un solo país; que a pesar de que creen en la economía de mercado, entienden que un Estado fuerte, eficiente que no cae en el abandono, es una pieza clave para el bienestar de muchos siempre y cuando hayan reglas claras, régimen de legalidad y un sistema que funcione por y para la gente y no para una minoría de pícaros.

Nosotros nos sentimos reyes del mundo cuando en septiembre una orden judicial se trajo a la lona a Pérez Molina y con él a todo el gobierno del Partido Patriota; nos sentimos gallos cuando para salir de Baldizón y Torres consolidamos a un Congreso que es un celoso guardián del sistema que tenemos y de paso avalamos las reglas del financiamiento que ahora quedan en evidencia con el caso de Cooptación del Estado.

Seis meses han pasado en este 2016, el año del “cambio” y algunos empiezan a dar síntomas de acomodo, otros ya están en píe de guerra recolectando fondos y tejiendo alianzas para asegurar un “nunca más” volvemos a pasar penas con la justicia y otros que se atrincheran y unen para defender a ese sistema que les ha sido tan rentable.

Lo de Islandia es épico, pero no por el futbol, sino porque tienen a 300 mil y pico de gentes que van remando hacia una misma dirección. Si en Guatemala tuviéramos 300 mil paisanos dispuestos a cambiar las reglas del juego para ser una Guatemala mejor, más unida, justa, incluyente y honrada, sí que estaríamos dando lecciones al mundo.

Quizá sí hay 300 mil chapines que deseen eso y estén dispuestos a luchar, pero no estamos juntos, no estamos en una gradería todos y no estamos coordinados para ser la barra brava del cambio que tanto soñamos algunos.

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