Jorge Mario Andrino Grotewold
* @jmag2010

La conmemoración del Día del Ejército que se celebra cada 30 de junio tuvo en este 2016 una arista distinta, al decidir, y luego dar marcha atrás sobre un desfile militar que se realizaría de forma pública, en la Avenida de la Reforma de la ciudad capital. La polarización que se vivió en redes sociales y por medio de los medios de comunicación fue amplia e inclusive llegó a ser desafiante entre los grupos a favor y en contra de la realización del desfile, lo que motivó ulteriormente a hacerlo de forma privada en los espacios de la Fuerza Aérea Guatemalteca.

Los Ejércitos alrededor del mundo son ejemplo de manifestaciones y demostraciones de su poder, por medio de los desfiles y presentaciones, no sólo para sus conciudadanos, sino también dirigida a otros ejércitos y países, para desafiar o desestimar eventuales amenazas. Es un ejercicio de rigor, que internamente fortalece la moral y la credibilidad de sus elementos (y sus familias) y externamente es dirigida a quienes lo observen, para que se entienda las capacidades y fortalezas, tanto políticas como armamentistas.

Pero en Guatemala, la historia del Ejército en cuanto a su rol político, ha sido no coincidente con la democracia, al mantener el control del poder en gobiernos de facto, en una alianza con el poder económico que permitió durante mucho tiempo dirigir los destinos del país, y algunos creen que son, inclusive, responsables de la pobreza y subdesarrollo actual. Durante ese tiempo, los desfiles eran comunes y obligatorios para estudiantes de educación media, lo que generó una cultura de desfiles patrios que se mantiene a la fecha. Ese recuerdo es el que algunas organizaciones de sociedad no parecer agradar, aunado también a los hechos de crímenes de guerra que se le acusa al mismo Ejército en contra de población civil durante el conflicto armado interno que finalizó en 1996, y también los casos recientes de corrupción que se vivieron durante el gobierno del partido patriota, en donde varios de sus actores son militares en retiro, y por supuesto también civiles.

El rol del Ejército, que se determina plenamente en la Constitución Política de la República, no debe ser demostrado mediante desfiles, la construcción de carreteras, la entrega de sillas de ruedas o escritorios. El rol de las fuerzas armadas es proteger a su pueblo, de invasiones externas o amenazas internas inclusive, manifestadas mediante el crimen organizado. De prepararse en tiempos de paz, para cuando sea necesaria su intervención durante una guerra. De asistir a las fuerzas policiales civiles, en acciones de prevención y de control perimetral de acciones de combate y control de las amenazas al Estado, tal y como lo hacen los ejércitos en otros países, situaciones por las que se les respeta.

La polarización de la sociedad solo beneficia a quienes tienen intereses ocultos y perversos, y quienes se vieron sorprendidos de una verdadera unidad nacional para denunciar y manifestar en contra de los actos de corrupción del gobierno anterior. Similar unidad debiera alcanzarse para combatir la pobreza, la desnutrición, el desempleo, la inseguridad y tanta necesidad que tiene Guatemala.

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