Adolfo Mazariegos

[…] La democracia, y en este caso particular aunque no con exclusividad, la democracia latinoamericana que aquí nos ocupa (como ya se adelantó en la Parte 1: La Hora, 6 de junio de 2016), de forma resumida, no ha sido más que un determinado conjunto de: 1) malas interpretaciones conceptuales cuyo significado teórico difiere considerablemente de lo que en realidad se ha logrado llevar a la práctica, y que, por consiguiente, ha dado lugar a nuevas y reiteradas confusiones en lo que hoy día “percibimos” como democracia; y/o 2) acciones deliberadas en función de intereses particulares o grupales bien definidos previamente a su implementación a lo largo de la historia, y cuyo fin último es la retención del control de una manera más o menos estable muchas veces tras bambalinas. Este conjunto de acciones premeditadas o interpretaciones erróneas, según sea el caso, y basándonos en la definición difundida actualmente del concepto democracia, más parecieran formar parte de una serie de pasos previos a la consecución de una verdadera democracia, sin avanzar más allá de lo estrictamente necesario para que todo se mantenga en un estado de permanente transición.

En ese sentido, no se puede afirmar con seriedad la existencia de “un algo” si no se han dado todas las condiciones y se han cumplido todos los requisitos previos para la consecución de “ese algo”. De tal suerte, lo que hoy día se vive como democracia, es más bien y en todo caso, un prolongado período de transición hacia ella sin que esta haya sido aún alcanzada plenamente, dadas las implicaciones que ello conlleva y sea cual sea el adjetivo con el cual se le asocie en el ejercicio del poder en el marco de un Estado (directa, indirecta, liberal, participativa, representativa, etc.) De esa cuenta, importante es hacer la separación pertinente entre la democracia en papel o teórica, y la democracia llevada a la práctica que es inexistente en virtud de que nunca ha sido plenamente alcanzada. Si ha sido por ignorancia, por incapacidad, por desinterés o por cualquier otra causa, ese otro asunto.

Lo cierto es que la democracia se ha convertido en una suerte de método más que en una verdadera forma de gobierno, lo cual es innegable. El tiempo así lo ha demostrado, aún y cuando quiera aseverarse lo contrario o cuando se presenten alternativas al ejercicio de poder popular que el sólo concepto democracia lleva implícito de acuerdo a lo que han difundido las corrientes de pensamiento predominantes durante siglos ya.

Dicho de otra manera y en honor a la verdad, nunca se ha llegado a un verdadero poder del pueblo, y muy probablemente este nunca llegue a darse […]

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