Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

Ayer el expresidente Otto Pérez Molina y su expareja presidencial, Roxana Baldetti, arremetieron en contra de Iván Velásquez, jefe de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), pero es importante matizar la razón de los ataques.

Pérez y Baldetti hicieron lo mismo que han hecho todos los mandatarios, es decir, usar el aparato del Estado para satisfacer sus intereses y los de sus financistas. Debemos estar claros que ellos sólo siguieron la ruta trazada por sus antecesores, pero tuvieron la mala suerte de que Ban Ki Moon nombrara a un colombiano que entendía cómo las mafias secuestran un Estado completo para satisfacer sus necesidades.

Y lo que más les arde, es haber estado tan cerca de “escabecharse” a la CICIG y le recuerdo por qué. Primero fue Baldetti a finales del 2014 quien anunció la carga contra el ente internacional con aquella famosa frase de “le debemos soltar la mano” a la CICIG y luchar solos contra la corrupción. Seguramente, ella y Pérez iban a liderar el esfuerzo; “ajá, sí pues”.

Luego, para taparle el ojo al macho, el 19 de enero del 2015 Pérez le pidió una opinión a la Instancia Coordinadora de Modernización al Sector Justicia (en adelante la Instancia) para que se pronunciara respecto a la conveniencia de solicitar la continuidad de la CICIG. Esa Instancia está conformada por el Ministerio de Gobernación, Instituto de la Defensa Pública Penal, Corte Suprema de Justicia y Ministerio Público.

Se hacía la pantomima de hacer un “análisis”, pero la orden ya estaba dada y el informe recomendaría la NO continuidad de la CICIG. En eso vino Joe Biden en marzo del 2015 y tras los quesos que se hacía su staff ante las insistentes preguntas de si la continuidad de la CICIG era una condición de la Alianza para la Prosperidad, soltó el dardo en Villa Nueva de que sin CICIG no había plan y que el problema era el corrupto sistema.

La presión subía y el agua le llegaba al cuello a Pérez y Baldetti, hasta que el jueves 16 de abril del 2015, se develó el Caso “La Línea” donde se involucraba a Juan Carlos Monzón, hasta ese momento, como jefe de la estructura. Ante tal tortazo y acorralado por el abrumador apoyo a la CICIG, Pérez le pidió a la Instancia que cambiara el informe y que recomendaran la prórroga. Así, el 23 de abril del 2015 se anunció la extensión del mandato.

Una vez prorrogado el mandato, trataron de maniobrar para que las cosas se quedaran con Monzón y no escalaran con ellos; el resto es historia, pero les arde que tras haber estado a unos días de escabecharse a la CICIG, ahora ésta los tenga, en conjunto con el MP, en el banquillo de los acusados.

Su única suerte ha sido que como la CICIG y el MP no se quedaron sólo con funcionarios, ahora Pérez y Baldetti son defendidos colateralmente por aquellos que defienden a sus amigos, clientes o financistas que están enfrentando la justicia, incluyendo a quienes defienden el caso TCQ.

Pero las cosas se deben llamar por su nombre y por eso es importante que usted, estimado lector, sepa a ciencia cierta por qué les arde de sobremanera el papel de la CICIG; es como ese partido que se iba ganando por la mínima diferencia, pero se perdió en los últimos minutos y fue tal la debacle que en lugar de perder por un gol, terminó en goleada la cosa.

Sólo deseo terminar recordando que la lucha contra la impunidad y la corrupción que debe allanar el camino para construir un mejor país con un sistema diferente, debe ser nuestra, porque como dice Franco de Vita en No Basta, Velásquez y Aldana no nos serán eternos.

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