Luis Fernández Molina

Se anunciaron muchas reacciones de tipo económico las que ya, a pocos días, se han empezado a sentir; nos tranquiliza saber que nuestro comercio directo con ese Reino es del 0.6 por ciento. Pero los efectos expansivos del Brexit no deben limitarse a ese enfoque económico tan simplista. Por debajo se pueden hacer muchas lecturas de las corrientes nuevas que están modelando el mundo del futuro.

Resulta interesante que exigían “su independencia” los ciudadanos de uno de los estados más imperialistas de la historia. Cabe señalar varios aspectos de esa decisión colectiva, y tomar de ellas muchas lecciones para nuestro consumo:

La asfixiante burocracia de Bruselas. El esquema europeo exige la instalación de un aparato centralizador cuyas oficinas principales ubicaron en Bruselas. A la sombra de esta mega organización se agitaron microorganismos parasitarios que se fueron desarrollando hasta asfixiar todos los conductos de una democracia local y fluida. Se fue creando una burocracia comunitaria que, para mantener sus privilegios, minimizaron las iniciativas regionales invocando el bienestar colectivo y que la unión hace la fuerza. Más allá de los aspectos conceptuales del sistema –cuyo análisis merece mucha profundidad– las actitudes prepotentes, arrogantes, de los fatuos “expertos” y representantes, impactaron negativamente en las sociedades. Cabe mencionar la poca efectividad de tanta “reunión urgente” y, no está demás, los enormes gastos en mantener a esa élite privilegiada. Vale lo anterior por nuestro Parlacen que lejos de provocar sentimientos unionistas –tan necesarios– produce lo contrario, un gran rechazo por ese despilfarro innecesario y por el engaño de hacernos creer en una gestión productiva cuando todos sabemos que se reúnen a discutir babosadas.

La corrupción, irresponsabilidad y demagogia. Los países europeos septentrionales, más industriosos, también se cansaron de “sostener” las economías de países sureños que constantemente necesitan “apuntalar” sus economías. Gobiernos estos, corruptos, poco eficientes; políticas populistas con tintes electoreros han proclamado beneficios que no guardan relación con sus capacidades productivas; ello ha provocado la debacle. Una primera ayuda es admisible, pero al parecer los del mediodía se estaban mal acostumbrando y se habían convertido en carga para aquellos países.

El resurgir regionalista. Ahora Escocia quiere separarse del RU. ¿Por qué no? Además los escoceses sí quieren el bloque europeo. Malas ideas para una Cataluña y el Kurdistán. Siendo esta la tendencia, en nuestro reclamo por Belice, debe tomarse en cuenta este tipo de los referéndum. Por cierto que unas comunidades en Quiché desconocieron al INAB y las comunidades de Totonicapán exigen más autonomía. Por no decir la implementación de legislación ancestral. Interesante.

La inmigración. Llama la atención que los migrantes, provienen casi todos, de países musulmanes (Siria, Irak, Afganistán, Somalia) en donde se practica, con mayor o menor rigor, la ley islámica. Bien por ellos, están en su derecho y debe respetarse, pero lo que no es admisible es que proclamen en los países de acogida las superioridad de la normativa islámica y, peor aún, que critiquen y ataquen a los países que generosamente los aceptan. Si tan bueno son sus sistemas jurídicos –que mezclan con la religión– ¿Por qué huyen a países cristianos? ¿Por qué no a países del mismo credo? Hay temor, no tanto por su conducta (en general son buenas personas) sino por la imposición de un orden diferente y claro está, el terrorismo. Desde el principio el RU, con mucha población hindú y paquistaní, era reacio a la inmigración tan abierta de los generosos alemanes y escandinavos. No es racismo ni discriminación. Es guardar un orden.

La población británica reaccionó y ahí están los resultados. Acaso el RU ya no sea “unido”, que se quede solamente con Inglaterra.

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