Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Influenciada por su deformación profesional, la Procuradora General de la Nación, hablando del asqueroso negocio de TCQ, recurrió a un viejo dicho entre abogados que sostiene que es mejor un mal arreglo que un buen pleito, elevándolo a categoría de axioma sin reparar que el mismo tiene validez y sentido cuando se trata de una disputa entre particulares que puede solventarse mediante una negociación en la que cada una de las partes renuncia a algo de sus pretensiones para no tener que incurrir en un costoso y largo proceso judicial (no penal).

Y es que los actuales dueños de TCQ, la empresa holandesa que compró la operación a los mafiosos de Terminal de Contenedores de Barcelona, le solicitó a la licenciada Morfín una reunión para buscar alguna negociación y la titular de la PGN mostró ya su abierta disposición a sentarse a encontrar ese «mal arreglo» para evitar un buen pleito.

Hay circunstancias en la vida en las que no se puede evitar el buen pleito por buena disposición que se tenga porque hacerlo implicaría renunciar a principios y valores fundamentales, cuando no una violación abierta de la ley. En el caso presente, no se trata de una disputa provocada por desacuerdos entre las partes, sino que es una disputa provocada por la actuación delictiva y criminal de los promotores del negocio, los españoles que le dieron mucho más que unos cuantos espejitos a Pérez Molina, y el Estado de Guatemala que fue afectado seriamente por la colusión entre los promotores del negocio, el entonces Embajador de España en Guatemala y el gobernante de nuestro país, quienes se pusieron de acuerdo en un soborno de 30 millones de dólares para hacerse con un negocio a extenderse por las siguientes décadas. No se trata de un asunto que se solvente en meses o días, sino que pasarán muchos años, prorrogables, en los cuales los mañosos lograrán su cometido de ganar más de lo que normalmente se gana en ese tipo de operaciones.

Hay un proceso penal iniciado y por lo tanto negociar el futuro de TCQ no es competencia de la Procuradora General de la Nación. Si a ella no le gusta el pleito y prefiere los arreglos o componendas, los puede promover en su ejercicio profesional privado, pero no cuando representa a la Nación.

En el fin de semana tuve oportunidad de preguntar a varias personas, todas vinculadas al empresariado, sobre esa propuesta y, sin excepción, aplaudieron la iniciativa de la licenciada Morfín abundando en razones para el apoyo. Cuando, seguidamente, les pregunté si entonces también era aconsejable sentarse a negociar con Ángel González para decidir el futuro de las frecuencias del Estado que opera en sus cadenas de radio y televisión, todos, también sin excepción, dijeron que no, que eso era impensable y que son cosas distintas porque esas frecuencias fueron obtenidas de mala manera. Pues resulta que el negocio del puerto también fue obtenido de mala manera y no hay forma de «honrar» una porquería como la que hicieron.

Se equivocó la licenciada Morfín y le hizo un muy pobre aporte a la lucha por crear una nueva cultura de decencia irreductible en nuestro país.

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