Van pasando semanas y meses, y en el país todo aquello que parecía una urgencia se va quedando en pendiente como es el caso de la reforma Política que el presidente Jimmy Morales ofreció encabezar o en los procesos reales de transparentar los tres organismos del Estado que, parece, solo quieren asumir las más mínimas medidas posibles para evitar desgaste popular.

El anuncio de la procuradora General de la Nación, Anabella Morfín, sobre la posibilidad de negociar en el tema de Terminal de Contenedores Quetzal para buscar una salida más fácil a la crisis, tendría que desanimar a cualquiera porque es el mismo discurso aquel de los funcionarios comprometidos con los «visionarios empresarios» que vienen a hacer negocios al país por medio de transas corruptas. Con esa actitud, Morfín no le aporta al cambio estructural del sistema.

De igual manera, cuando en el Congreso de la República siguen saliendo caso tras caso de las escandalosas actuaciones de los diputados y lo que se ha sabido de los negocios en los que han participado, se genera una muy temporal indignación en la población que termina olvidando y volviendo a tolerar todo. Pocos recuerdan ya a Sandoval citando al ministro de Salud; a Giordano y compañía queriendo poner «de rodillas» a gobernadores; los pleitos entre Fajardo y Taracena acusándose de largos; etc. Lo peor de todo es que en el legislativo nadie le pone atención al Listado Geográfico de Obras y demás negocios con los que de verdad se han hecho millonarios los diputados y sus estructuras.

De la Corte Suprema de Justicia, tampoco se llegó a capitalizar nada. En ningún país del mundo podría haber vínculos directos y familiares como los que los magistrados chapines tienen con casos de corrupción sin que tengan que renunciar a sus puestos ante el evidente riesgo de que metan las manos para beneficiarse en el proceso.

Pero lo peor de todo es que aquel arranque con energía por hacer las reformas de «segunda generación» en el tema político, se han ido quedando en el olvido y terminaremos con lo que el Congreso de la «vieja política» nos quiso pasar con el apoyo de un Tribunal Supremo Electoral que cínicamente se siente bien servido con la reforma planteada.

Vendrán las próximas elecciones y terminaremos obligados a elegir con partidos iguales o peores que los que tuvimos en el pasado proceso, con listados para diputados peores que el anterior y con las puertas abiertas para que el clientelismo, el financiamiento sucio de las campañas y la cero capacidad fiscalizadora sigan siendo factores en la elección. Si no atendemos los pendientes, muy difícil será el cambio.

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