Alfonso Mata
La naturaleza humana es así, el escándalo y el chisme es ya parte de nuestra cultura y no podemos evitar que la población cada día piense menos en cómo evitar sus escándalos y pida, exija y se deleite más y más, del espectáculo que debe continuar. Hemos perdido el norte de donde debemos situar la justicia y la seguridad, los dos pilares de la democracia, substituyéndoles por sus contrarios, tanto en lo político y también en lo social. El origen de esa conducta, lo podemos ubicar en el predominio del Yo que desde niños nos inculca una formación materialista y que deja entre tinieblas al otro. De tal forma que ver caer a otros, resulta una diversión y un deseo compulsivo, que no nos deja entrar a análisis más profundos de los causales, ni entender que debemos comprometernos en un proceso de valorización e interpretación de nuestras vulnerabilidades y riesgos como sociedad.
La CICIG y el MP han dado el primer paso, lo que no significa que la injusticia y la inseguridad hayan encontrado solución, sencillamente nos han demostrado dos cosas: Las estructuras de justicia y seguridad son débiles y la problemática que eso acarrea, es del tal magnitud que no hay estructura social que se salve; nos han destruido el derecho de vivir y ser parte de una sociedad más humanizada. Una sociedad injusta en todo sentido es una sociedad que no se puede decir que goce de salud mental. Y eso aún no lo entendemos, sólo vemos el daño y la maldad en el otro.
En la vía pública, en los cafés o en las reuniones familiares, se habla del espectáculo político. De la corrupción. Se le habla como un hecho, pero no se entiende aun la obra ni mucho menos el papel de los personajes. Pareciera que ver caídas, como si se tratara de lucha libre o boxeo es lo que importa, cuando lo que nos debería preocupar, es en cuánto nosotros somos culpables de lo sucedido y hemos contribuido a ello; en qué fallamos y cómo podemos remediar nuestro fracaso de atención social, dentro del medio social en que estamos.
La justicia penal se estableció luego que el hombre demostró su incapacidad de respetar a los demás. El gran dilema y reto a la vez es nuestra parcialidad; vemos culpa en el que roba en un puesto público, pero no en el maestro que no llega a clases, o en el médico que se escapa del consultorio, o en el empleado que más llega a platicar que a trabajar o en el chófer que irresponsablemente con llantas lisas, maneja a más de ochenta kilómetros por hora manejando un bus cargado. Ese tipo de corrupción decimos “es un modus vivendi” y se acepta sin discusión, sin entenderse, que es el inicio de una modalidad de vida corrupta, que causa y lesiona miles de vidas en lo físico, social y en su desarrollo humano.
Los valores no pueden ser parciales o retorcerse al antojo, vayamos un poco más atrás en la visión, miles de miles de casos anuales se dan, de padres y madres irresponsables, que atentan contra lo que dicen querer más: sus cónyuges e hijos a costos incalculables y eso se silencia y si el caso sale a luz, se exhibe como espectáculo y ni siquiera se entra a considerar que esas conductas antisociales, son el origen y principio de muchos niños y niñas que cuando adultos más adelante, se guiarán por esas conductas antisociales. Creo que deberíamos entender o al menos discutir la posibilidad de que no son sólo los funcionarios los responsables de muchos males e injusticias, posiblemente somos nosotros tan culpables, como ellos. La tolerancia que tenemos hacia lo público es evidente, el silencio antes que la protesta es una manifestación de nuestra conducta antisocial. Sobre estos temas, es que deberíamos de discutir, formar consensos y desarrollar trincheras contra sus causales, a efecto de detener esas conductas que no nos engañemos, son aprendidas y no naturales.
Es muy grave la condición de nuestro concepto humano, empezando por el irrespeto hacia el otro e incluso hacia la naturaleza. Podremos tener miles de CICIG, pero si no cambiamos, si no encontramos medios para ser más conscientes y comportarnos como una especie gregaria, estamos perdidos como sociedad y lo que hemos aprendido en este año, no será más que un espectáculo macabro de la maldad y no una enseñanza.