Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

Cada quien es libre de pensar y hacer lo que estime conveniente, pero lo importante es hacerlo de cara al sol y de manera transparente, para que todo mundo sepa a qué atenerse.

Ayer decía yo, que el deterioro del sistema en general, incluido el de justicia, no es nuevo pero ahora muchos pegan el grito en el cielo porque tienen clientes, financistas o amigos metidos en problemas y por eso hablan, y con fuerza, de los problemas del sistema.

Ahora se habla de la prisión preventiva como un exceso, de que eso de estar preso para no destruir evidencias es una cosa que sólo pasa en las películas y de que la justicia eterna en tiempo, como es aquí, no es justicia; pero no se dice que lastimosamente a eso hemos llevado al sistema de justicia y por supuesto menos se habla del por qué llegamos a esta situación.

Está claro que la instrumentalización de algunos medios y columnistas es una realidad y un recurso del que echan mano quienes están en problemas o quienes, previendo que lo estarán, “invierten” para ver qué se logra a futuro.

Dicho lo anterior, es mejor que quienes están defendiendo desde los medios a los sindicados, pasen las listas y que digan abiertamente quiénes, a su juicio, deben estar en sus casas tranquilos esperando un juicio que se atrasará también, en parte, por todos los recursos de las defensas (de eso no se dice nada).

El martes decía que ya iba llegando la hora de cara o cruz, es decir, definir los bandos del cambio o de la defensa del estado actual de las cosas y yo decía que aquí no se admiten grises.

Pero los que nos ofrecen gris son los que, con tal de no pelear y evidenciarse ante la sociedad y peor aún con Iván Velásquez, Thelma Aldana y el Embajador de Estados Unidos, por un lado hablan de los cambios y por otro, piden que la ley sea selectiva para los clientes, amigos o financistas.

Pero en esta lucha, para definirnos, yo he encontrado que el parámetro no es solo lo que vayan a pensar los lectores, la sociedad en general, los mafiosos, los sindicados o los poderosos, sino en ¿cómo le voy a explicar o justificar a mi hijo una conducta de cierta naturaleza? ¿Cómo le voy a explicar un mismo hecho juzgado de manera distinta dependiendo quién lo comete?

¿Le voy a decir que si un hecho lo comente su amigo, estará bien, pero si lo hace un su enemigo o alguien de diferente clase social, entonces está muy mal? Y eso es un poco lo que nos está pasando como sociedad en general, aunque cada vez es más la gente que está clara que la Guatemala del futuro no puede pasar por dobles raseros.

Ni yo ni el medio del que soy parte pedimos condenas anticipadas, pero tampoco creemos correcto pretender defensas anticipadas y menos que, alegando la “honorabilidad”, se diga que el fulanito es incapaz de enfrentar una acusación y que acusarlo viola sus derechos humanos.

Debemos luchar porque el sistema en general cambie, pero les apuesto a que los que ahora se quejan del sistema, al lograr que sus amigos, clientes o financistas obtengan medida o mejor aún una improbable falta de mérito, ya no dirán ni jota sobre los vicios que hoy denuncian.

Artículo anteriorNi un pelo de pendejos
Artículo siguienteY ahora, ¿qué?