Francisco Cáceres Barrios
fracaceres@lahora.com.gt

Si bien es cierto que tradicionalmente la mayoría de guatemaltecos hemos sido dejados, indiferentes, como que vivimos agachando la cabeza ante el cínico actuar de nuestros políticos, también lo es que no tenemos ni un pelo de pendejos. Digo esto por las pantomimas que ha venido haciendo Mario Taracena, actual presidente del Congreso de la República. Lo advertimos con tiempo suficiente, “no se dejen llevar por la primera ni por las apariencias” y pasado el tiempo hemos podido comprobar que los aspavientos y alharacas por estar depurando el Congreso, no eran más que eso. El Diario La Hora el pasado viernes 17 de junio de 2016, se lo demostró a este congresista vestido ahora con traje de primera comunión, pues desde el 14 de enero del presente año ha venido contratando y autorizando el aumento de salarios a sus allegados, lo que ahora representa Q745 mil mensuales en su ya de por sí abultado e innecesario presupuesto.

Aunque parezca terquedad repito, el problema del Congreso no se resuelve con meter presos a un montón de diputados por tránsfugas, por contratar abusivamente a personal y parientes a su servicio, por autorrecetarse canonjías y ventajas, por gastar mucho y producir poco, ni por aprovecharse de la ingenuidad de sus electores para pasarse toda la vida pegados a su curul. No, el problema es la forma, modo o manera en que son electos, ya fuera comprando su curul, para luego llegar al hemiciclo a ver cómo reponen su inversión o para nuestro mal, sólo para comportarse como instrumento clásico de nuestra inveterada politiquería.

No, por no tener ni un pelo de pendejos es que aseguramos que al Congreso hay que darle cara vuelta, desde reducir el innecesario número de diputados hasta cambiar la forma en la que se postulan las candidaturas, su errónea elección por planillas, como no permitirles más hacer lo que se les da la real gana. O ¿la ciudadanía está dispuesta a seguirles concediendo inmunidad y el uso del título o rango de “dignatarios”? No, por favor, entendamos que dignatario es un término relacionado con la dignidad y que esta es una cualidad exclusiva para quienes se hacen valer como personas, se comportan con responsabilidad y seriedad y se respetan a sí mismos como a los demás.

Hace poco el diputado Taracena, creyéndose todopoderoso anunció declarar de utilidad pública cinco inmuebles situados alrededor del Palacio Legislativo y así poderlos expropiar para albergar más y más oficinas sin que tengan algún servicio útil para la población. Cuando la solución para lograr su eficiencia es todo lo contrario, no está ni en el aumento presupuestario, de oficinas, personal, mucho menos de curules.

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