Eduardo Blandón

Quizá no sea tan difícil imaginar lo que piensan esos cerebritos elitarios que, tras campañas con apariencia de racionalidad, sensatez y cargada moralina, reclaman presunción de inocencia para encubrir las patrañas de sus socios corruptos, embarrados hasta los bigotes por actos picarescos contra el Estado.  Imaginemos la trama mental.  Hagamos una ficción en busca de reconocer lo que pasa por sus cabezotas.  Pongamos entre comillas su discurso.

“En primer lugar, es inadmisible que se ponga tras las rejas a banqueros, cafetaleros, socios ligados a la construcción de carreteras y empresarios en general porque son ellos el motor de crecimiento de la economía del país.  O sea, ¿cómo pretenden los actores políticos y/o judiciales del Estado superar las condiciones de pobreza si encarcelan a la crème de la crème del empresariado?  Es absolutamente ridículo, intolerable, absurdo, contra toda lógica”.

“Por otro lado, permitir ahora la punición contra nosotros, los que tradicionalmente hemos sido los principales promotores del desarrollo de Guatemala, es mostrar debilidad, permitirle a la izquierda reaccionaria un triunfo que les puede dar confianza y ánimo para futuros escenarios peores.  Tengamos claro que es una lucha lo que se plantea contra el mal.  Se trata ahora de unirnos contra el populismo, el chavismo y el danielismo unido.  No podemos permitirnos la pérdida de esta batalla”.

“En consecuencia, tenemos que unirnos para impedir que nuestros amigos y socios (también algunos compartimos parentela), salgan airosos de la conspiración en la que los Estados Unidos es pieza fundamental.  Hay que negociar, y para ello es importante la unión con la televisión, la radio y los medios de información en general, para, si mucho, se encarcele exclusivamente a los políticos pervertidos, corruptos y de mala catadura, talvez Pérez Molina y Roxana Baldetti”.

“Se trata de una guerra y, como tal, tenemos que recurrir a cuantos medios estén a nuestro alcance.  No debemos tener escrúpulos si tenemos que corromper, comprar, mentir y hacer marrullerías porque al final se trata de una lucha entre el bien y el mal (Dios y el diablo).  No podemos permitir que Guatemala caiga en manos del comunismo y de la izquierda romántica.  Urgen negociaciones para sacar del bote a los amigos que pasan por mal momento.  Es hora de cerrar filas porque además, ¡qué putas!, Guatemala siempre ha sido nuestra”.

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