Dra. Ana Cristina Morales

Hay una película que se llama Cadena de Favores, en la cual recuerdo que un niño decide iniciarla y esta se propaga a mayor número de personas. Mucha gente se favorece de la buena intención de cada persona; y cada una de las involucradas que se siente favorecida, en señal de gratitud, busca realizar acciones que la perpetúen.

En Guatemala parece ser que se haya convocado a la gente para realizar un guión de vida al que podría denominarse “cadena de corrupción”. A mi parecer, todos nos encontramos inmersos en él, sea de manera voluntaria o no. Digo ello, porque considero que el dinero que circula en el país, aún que provenga de trabajo honrado, es dinero, que muchas manos de diferente proceder lo tocaron. Además, la gente que hace malversaciones, buscando tener chivos expiatorios, involucra a gente honesta, limpia y necesitada de un trabajo. Por lo cual, la cadena de corrupción se extiende.

Al final de la cadena se encuentra, ante todo, gente necesitada de un ingreso, que se ve obligada a hacer cosas que no le competen o que considera dudosas para su realización. Y es ahí, en donde la pita se encuentra más débil, en donde encuentran culpables con quien lavarse las manos. De tal manera, que justos terminan pagando por pecadores. La violencia laboral existente en muchas instituciones involucra a trabajadores en la participación de actos de dudosa procedencia. Y en momentos actuales, de crisis económica, estos toleran, por la necesidad de mantener sus ingresos económicos y subsanar las necesidades propias y familiares. Así que, casi nadie dice no, y siguen mandatos superiores.

Ahora, que se encuentra abierto a discusión el tema de corrupción, me gustaría hacer la propuesta de que las autoridades correspondientes investiguen la situación que expongo. Y que los contratos laborales cuenten con el perfil determinado que se le asigne a una persona por cumplir su labor, ya que esa última línea que dice que deberá cumplir con las órdenes que su jefe le plantee como necesarias. Deja indefensas a las personas para poder decir “NO”.

La cultura del país se ha convertido en despiadada, corrupta y prepotente. Los pobres, los enfermos, los desvalidos han sido objeto de politiquería. El factor humano no cuenta, no cuenta el dolor y la miseria que la corrupción ha conferido al pueblo. La gente con ambición de tener y de tener mucho, para sentirse importante. No se dio cuenta que en la historia de nuestro país, si es que algún día se escribe como es. Serán recordados como personas injustas, egoístas, sin humildad y deshumanizadoras.

Mi interés al escribir este artículo es que nos unamos para hacer una cadena contra la corrupción. Que desde nuestros trabajos si nos requieren para hacer algo que nos cause duda, podamos decir “NO” de manera conjunta y denunciar lo que pasa. Porque a veces, solo una persona dice no, y entonces el acoso laboral surge, y esta persona termina renunciando de su trabajo.

Una conversación de pasillo que a bien tuve la oportunidad de escuchar. Era la de unas trabajadoras sociales del IGSS, en donde ellas comentaban que se encontraban siendo capacitadas por esta institución con el fin de que ellas también firmaran órdenes de compra de medicamentos. Esto es muy delicado, conozco el trabajo del personal de la institución, porque yo misma trabajé en ella. Y la carga laboral es mucha, no permite participar del conocimiento del proceso de licitaciones y compra de medicamentos. Esto debiera ser un trabajo netamente administrativo. Al fin de cuentas para eso existe ese personal. Mientras que los otros trabajadores sólo podrán dar su firma, sin tener acceso real al proceso de compra. Y por favor, como se les ocurre que con una capacitación, la gente que ha sido entrenada para dar atención a pacientes pueda conocer y tener suficiente tiempo para participar de procesos administrativos.

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