En todas las audiencias que hemos venido presenciando, la exvicepresidenta Roxana Baldetti no quiere hablar más que con sus abogados y, ocasionalmente, con su compañero de fórmula, el expresidente Otto Pérez Molina, a quien parece recriminar por lo que les está ocurriendo dado el gesto que pone cada vez que le dirige la palabra. Ayer, sin embargo, se apresuró a romper el procedimiento normal para pedir la palabra y asumir ella misma la conducción del ataque contra la Fiscal General que ya habían empezado los abogados y algunos de sus paniaguados luego de la filtración de un las declaraciones de Juan Carlos Monzón.

Ese audio filtrado demuestra que en el Ministerio Púbico no se están manipulando las versiones de lo que dice Monzón, sino simplemente se levanta acta de todo lo que comunica para luego enderezar investigaciones para corroborar, por otras vías, todo lo que ha dicho el colaborador eficaz. No se puede sustentar ni un caso únicamente con lo que dice Monzón, porque sería irresponsable operar de esa manera. Cada caso se ha montado con base en procedimientos para comprobar la veracidad de lo dicho y por ello es que se aportan pruebas documentales sean físicas o digitalizadas, que demuestran que efectivamente los hechos ocurrieron.

Pero Baldetti, ciega de la ira que le embarga al haber perdido no sólo la oportunidad de hacer negocios, sino también la libertad y la certeza de que podrá gozar de la fortuna mal habida, se decidió ayer a ser ella misma quien dirigiera el ataque que inicialmente se había encomendado a sus abogados y a otros juristas que saben que su trabajo en el MP fue nulo en el campo de la corrupción y tratan ahora de minimizar los resultados que ha logrado la actual administración.

Ya nuestros lectores vieron el video de la expresión de Baldetti para atacar a Thelma Aldana y tratar de desvirtuar el trabajo que se ha hecho para acusarla de corrupción. No sólo no fue convincente sino que hay que entender que era natural su reacción porque tiene la soga al cuello y para ella los responsables de su tragedia personal son ni más ni menos que Thelma Aldana e Iván Velásquez, quienes tuvieron la entereza de ir al fondo para consignarla judicialmente y forzar a su renuncia del cargo.

Aquí hay dos campos definidos, puesto que por un lado están los que quieren destruir el trabajo de Aldana y quienes quieren destruir el muro de la impunidad. No caben las medias tintas en ese definido escenario y por lo tanto tenemos que tomar partido.

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