María José Cabrera Cifuentes
mjcabreracifuentes@gmail.com

Las manifestaciones de la violencia son múltiples, los tipos en los que esta se evidencia son diversos, pero igualmente deplorables. Si bien es cierto, aquella perpetrada con armas, con golpes y con manifestaciones físicas es la que más nos asusta, existen otras que quizá son menos notorias, pero que igualmente resultan nefastas.

El fin de semana pasado, proliferaron muertes violentas de mujeres, que por alguna razón son más expuestas y se les da una relevancia superior a las de los hombres, casos que quizá la mayoría ya ve como normales, pero que a algunos nos siguen parando el pelo. Entre estos hechos me llamó profundamente la atención aquel en que dos jovencitas fueron ultimadas en su lugar de trabajo, una tortillería ubicada en la zona 5, de Villa Nueva.

El haber terminado sus vidas siendo aún menores de edad y el que la causa de la muerte haya sido la violencia, según lo publicado por algunos medios de comunicación por extorsionistas inconformes, es sin lugar a dudas preocupante. Sin embargo, quiero resaltar otro hecho igualmente pavoroso al que eran sometidas las niñas previo al cobarde crimen cometido en su contra y es que presuntamente se encontraban cautivas en la tortillería para la que trabajaban.

Y es que aunque formalmente la esclavitud haya sido abolida, la realidad de muchos guatemaltecos sigue siendo precisamente esa, la necesidad es tan grande que algunos se prestan a trabajar en condiciones infrahumanas y en otros casos son obligados. El caso de las pobres niñas ultrajadas no es el único, se escuchan muchos casos, por ejemplo de empleadas domésticas que se quedan encerradas bajo llave mientras sus “patrones” están fuera de casa, bajo el argumento de que es una medida de seguridad, pero que vulnera profundamente la integridad de las personas.

Otros casos que se han reportado en los últimos años son, por ejemplo, aquel en el que más de 50 niños fueron encontrados en situación de esclavitud, debiendo pedir limosna y limpiar vidrios de carros. O aquel otro caso de dos hermanitos salvadoreños que eran explotados laboral y físicamente, por mencionar algunos.

Según una nota publicada por soy502 en 2014, alrededor de 33,800 guatemaltecos vivían en condiciones de esclavitud, realidad que dudo mucho haya cambiado significativamente. El caso de las menores asesinadas el pasado domingo debe ser una alerta para los guatemaltecos, para hacernos conscientes de las peores consecuencias que esto puede causar. Muchas veces conocemos casos como los mencionados anteriormente, pero por miedo, o por dejadez, no los sacamos a luz y denunciamos.

Resulta casi increíble que estos hechos se susciten en pleno siglo XXI, la esclavitud es una condición por la que ningún ser humano debería atravesar, pero que alrededor del mundo sigue siendo una deplorable realidad. Las autoridades guatemaltecas deben prestar atención al tema recordando que es su deber preservar la integridad y la vida de las personas. Nosotros, los ciudadanos, debemos también ser conscientes y no callar ante tan punzante flagelo cuyas secuelas se extienden a la calidad de sociedad que tenemos.

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