Raúl Molina
Pese a los 17 años de dictadura pinochetista y las estructuras antidemocráticas enquistadas por ella dentro del Estado chileno, ese país ha demostrado gran resiliencia, que le permite hoy plantearse como proyecto prioritario la reforma de la Constitución para avanzar en su democratización, que es lo que nos correspondería hacer en Guatemala. Esencial para esa resiliencia es la cultura política del país, en donde los partidos de centro-izquierda sustentan ideologías definidas y tratan de dar respuesta a las necesidades de los sectores de población que representan. Eso no existe en Guatemala, en donde casi todos los partidos son clubes que, en lugar de jugar deportes, juegan a las elecciones para su propio provecho. Se notan hoy las ausencias de la DCG y el FUR, que tuvieron en su tiempo ideologías social cristiana y social demócrata. Ese papel en Chile lo juegan todavía la Democracia Cristiana y el Partido Socialista, presentes en la alianza Nueva Mayoría que ejerce el gobierno. Adicionalmente, pesa en ésta, significativamente, el Partido Comunista, no tanto por su número sino que por las contribuciones intelectuales y su presencia activa entre los trabajadores y estudiantes.
Parte de la cultura política de Chile es la aceptación de las “izquierdas” -socialistas, cristianos de izquierda y comunistas. Pese a que el PC, por presión estadounidense, estuvo prohibido en varias etapas, se le reconocieron siempre sus méritos, aún en la clandestinidad. Si bien hubo también persecución y marginación, nadie puede negar los grandes méritos literarios, artísticos y políticos de Violeta Parra, Víctor Jara y tantos otros exponentes culturales de la izquierda chilena, particularmente de Pablo Neruda, Premio Nobel y precandidato presidencial del PC antes de que éste decidiera apoyar a Salvador Allende. Hoy en Chile se les rinden merecidos homenajes a los que asisten miles de personas. Eso, para la falta de cultura política de Guatemala, es surrealismo. Poco se hace, por ejemplo, para reconocer los méritos de Miguel Ángel Asturias, Premio Nobel de Literatura, y por haber sido de “izquierda” ningún gobierno ha hecho el esfuerzo de devolver sus restos al país, mucho menos establecer un museo para mantener viva su memoria. Igual pasa con su hijo, Rodrigo Asturias, Comandante Gaspar Ilom de la URNG, quien el 15 de junio cumplió once años de haber muerto. No fue solamente un guerrillero, en sí mismo un gran mérito, sino que un verdadero dirigente revolucionario, tanto en los aspectos militares como políticos. No obstante, se insiste por los medios de difusión en que él, la misma URNG y hasta los extraordinarios Acuerdos de Paz de 1996 se conviertan en los “Recuerdos de la Paz”. El capitalismo neoliberal es el dogma de la derecha intransigente, aunque ese sistema nos convierta en el país de América Latina en donde, en vez de cumplirse los Objetivos de Desarrollo del Milenio, en los últimos diez años la pobreza pasó del 53 al 63 por ciento. En el índice de desarrollo humano en vez de subir puestos, cada día caemos más, para vergüenza de los sectores dominantes, pero también de la ciudadanía entera.