Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt
Anoche recibimos una llamada de Thelma Calderón de Ramazzini, quien hace muchos años vive aquí en Estados Unidos con Luis, su esposo, y el resto de su familia. Por medio de las redes sociales contactó a uno de nuestros hijos, quien le dio el número de nuestro teléfono en Florida, para restablecer el cariñoso contacto perdido. Thelma habló largo rato con mi esposa para saber de nuestra numerosa familia y ella nos puso al tanto de la suya.
Dio por sentado que ya sabíamos la triste noticia de la muerte de su sobrino, José Roberto Spillari Calderón, pero nos sorprendió causando un tremendo dolor. El Chichi era el tercero de los hijos de Luis Felipe Spillari y Josefina Calderón de Spillari y yo lo conocí hará unos cuarenta y ocho años cuando me hice novio de María Mercedes porque tanto los Spillari como los Ramazzini eran asiduos compañeros de fin de semana de mis suegros en Amatitlán. José Roberto era el más chispudo de su familia, fregón con un sentido de humor similar al de su padre pero más sofisticado, que por su talento mantenía muy buenas notas a pesar de que se esforzaba poco, y desde patojo mostró que él quería vivir la vida a su manera.
Con el correr de los años se casó con una antigüeña y se fue a vivir a la ciudad colonial, donde su gusto por la lectura y facilidad para aprender le hizo convertirse en un muy apreciado y también cotizado guía de turistas. Su conocimiento y dominio del inglés, así como la forma voraz como se instruyó sobre la historia de la Antigua Guatemala y sus monumentos, hacían de sus servicios algo sumamente valioso. Nuestros amigos norteamericanos que llegaban a Guatemala conocieron el Monumento Colonial de América gracias al Chichi y todos regresaban encantados, hablando bellezas de lo que habían visto y de la forma en que los había tratado su guía.
Fue tanto lo que de él nos dijeron que hace un par de años Oscar mi hijo mayor le habló para que le guiara con Tania y sus tres hijos, todos nacidos y formados en Estados Unidos, a fin de que pudieran tener esa amplia información que José Roberto había compartido con los amigos comunes que han visitado Guatemala.
Al hablar anoche con su padre, Luis Felipe, me comentó que un cáncer se lo llevó tras sufrir bastante. Y fue anoche que nos enteramos, también, que hace más de un año, en marzo del año pasado, murió Josefina, la Ninina, sin que nosotros supiéramos nada. Y es que con la muerte de mi suegro no sólo lo sepultamos a él sino quedó sepultada también la relación con su familia por mi apoyo a los Siekavizza mientras los otros apoyaban a Barreda despotricando contra la víctima.
Pero ni siquiera los parientes que hipócritamente envían mensajes de vez en cuando nos comentaron de la muerte de Josefina y por ello anoche nos hundimos en profunda pena por lo que ha sufrido Luis Felipe, hasta hace poco compañero de trabajo en La Hora, a quien renovamos nuestro pesar.