Ayer, en la presentación de resultados del diálogo para la Reforma al Sector Justicia, el presidente Jimmy Morales afirmó que “no hay mejor momento que este para hacer los cambios que Guatemala necesita”.

No podemos estar más de acuerdo con esa afirmación y con total seguridad creemos que ya no estamos como para andar haciendo reformas “parciales” como la caricatura que el Congreso aprobó en el tema político ni como tradicionalmente se han hecho los chapuces fiscales que terminan siendo ajustes para taparle el ojo al macho mientras seguimos siendo el paraíso tributario que condena a la pobreza y al subdesarrollo a los guatemaltecos.

El Presidente Morales ha hecho, posiblemente, la declaración más importante de lo que lleva de su mandato porque significa que está entendiendo qué fue lo que la población le pidió en el momento en que fue votado.

Ya no queremos reformas ni de primera, segunda tercera u otra generación, sino que queremos que se transforme de una sola vez el Estado que fue diseñado y está siendo utilizado para el beneficio de unos pocos y la condena de la mayoría.

Porque ese sistema, del que el ciudadano común y corriente es muchas veces cómplice, es el que permite que se usen los atajos para que por medios inmorales y muchas veces ilícitos condenen a los más necesitados a no tener la más mínima oportunidad.

Cuando el muro de impunidad se derrumbó frente al poder político, pocos pensaron que llegaría a tocar los poderes reales de Guatemala. Hoy, con certeza, podemos decir que esa justicia ha sido el pilar del cambio tan radical que necesitamos.

Es obvio que hay muchos individuos y sectores que tienen temor porque les está relinchando el caballo, pero ya era hora de que se viera un aire con remolino ante el saqueo del Estado.

Si el presidente Morales está dispuesto a entrarle al toro por los cuernos, contará con nuestro apoyo y el de aquellos ciudadanos que están conscientes de que no podemos continuar siendo espectadores de un sistema injusto, que mata de hambre a sus ciudadanos y que tolera la violencia y la corrupción.

Repetimos que ese sentimiento de que es este el mejor momento para hacer los cambios, debería ser el combustible que nos vuelva a encender como sociedad para demandar que la reforma del Estado sea auténtica, clara y determinada.

Todos los rostros de la pobreza, las imágenes de la violencia, los hospitales sin medicamentos y cada una de los problemas del país, se reflejan en el sistema de corrupción en que vivimos. Ya no más. Este es el momento.

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