Luis Enrique Pérez
Los sucesos político-judiciales que han acaecido en nuestro país, a partir del mes de abril del año pasado, entre ellos la renuncia, encarcelamiento y sometimiento a proceso penal del Presidente Otto Pérez Molina y la Vicepresidente Roxana Baldetti, me brindan una oportunidad de reiterar algunas tesis que he expuesto, sobre la democracia. He aquí esas tesis.
Primera. La democracia es un buen procedimiento para que los gobernados elijan a los gobernantes. Es un buen procedimiento; pero no porque garantiza que el pueblo elegirá a los mejores gobernantes, sino porque evita soportar, durante un tiempo ilimitado, a los gobernantes que demuestran ser peores que mejores. Evita, por ejemplo, soportar gobernantes despóticos, o ineptos, o corruptos, durante un tiempo ilimitado.
Segunda. La democracia que otorga únicamente el derecho a elegir, obliga a permitir que los gobernantes ejerzan el poder del Estado durante el tiempo máximo que la ley permite ejercerlo, aunque sean los peores. La democracia que otorga también el derecho a destituir, dota a los gobernados del derecho de impedir que los peores gobernantes ejerzan el poder del Estado durante ese tiempo máximo.
Tercera. La democracia que solo otorga el derecho a elegir es parcial o ficticia. La democracia que otorga también el derecho a destituir es total o auténtica. En la democracia parcial, entonces, los gobernados están obligados a soportar a los peores gobernantes hasta que transcurra el tiempo máximo durante el cual, legalmente, tendrían que ejercer el poder del Estado; y en la democracia total, los gobernados no están obligados a soportarlos hasta que transcurra ese tiempo máximo, sino que legalmente pueden destituirlos antes.
Cuarta. En la democracia parcial los gobernados solo tienen la opción de actuar ilegalmente para destituir a los peores gobernantes; y en la democracia total, los gobernados tienen la opción de destituirlos legalmente. En la democracia parcial la queja, la crítica, el griterío, la protesta o la cólera de los gobernados, son actos inocuos y hasta ridículos, que pueden merecer la burla y el desprecio de los gobernantes; pero en una democracia total son actos temibles, porque pueden ser el inquietante comienzo de un urgente proceso de derrocamiento legal.
Quinta. En una democracia total, el régimen jurídico del Estado tiene una institución especializada en procesos electorales, y también especializada en procesos “destitucionales”; y una ley que no solo es una ley electoral sino también una ley “destitucional”, la cual define procedimientos “destitucionales”. El principio de este régimen jurídico es que destituir gobernantes es más importante que elegirlos, porque en el acto de elección no hay certeza de que serán los mejores o los peores; pero cuando ya ejercen ese poder, puede haber una sensata certeza de que son los mejores o los peores.
Sexta. No habría una permanente elección de gobernantes, que sería consecuencia de una permanente destitución de ellos, porque es muy probable que el riesgo de ser destituidos los obligue a ser mejores que peores y que, entonces, no sea necesaria una destitución permanente ni, por consiguiente, una elección permanente. La cuestión esencial es que ningún funcionario público electo democráticamente, debe tener la certeza de que ejercerá el poder durante el tiempo máximo que manda la ley.
En suma: es imposible tener la certeza de que los candidatos elegidos para gobernar serán buenos gobernantes; pero es posible tener la certeza de que si no lo son, pueden ser destituidos. Es decir, en una democracia total o auténtica, la incertidumbre sobre el mejor o el peor ejercicio del poder del Estado conferido a los candidatos elegidos, estaría compensada por la certidumbre de poder destituirlos si el ejercicio de ese poder es peor que mejor. Un gran mal posible sería un menor mal real.
Post scriptum. La democracia es el mejor procedimiento para elegir gobernantes, si es democracia total, es decir, si los ciudadanos tienen el derecho de destituir a los gobernantes que ellos mismos han elegido.
