Juan José Narciso Chúa

Todo lo que ha ocurrido ha sido no sólo vertiginoso, sino además impactante. Resulta increíble hoy al conocer las cifras y los mecanismos que el propio sistema se inventaba para mantenerse y reproducirse, sin que nada ocurriera. El Omertá o el Pacto del Silencio siciliano, se llevaba de una forma precisa, sincronizada, casi automático. El de antes callaba, el de ahora también hacía silencio, todo con el objeto de seguir en la juerga, en la parranda de la corrupción, inalterable, imperdible.

Uno de los hechos que resulta necesario destacar es que nada de lo ocurrido es nuevo, ciertamente saltó en el Gobierno de Pérez Molina, a raíz de su codicia, a partir de que perdieron la perspectiva pues era necesario sacar adelante un régimen y gobernar, por lo menos, pero al contrario, se dedicaron a establecer los negocios que no sólo fueran para el período de vigencia del régimen, sino también para perdurar en el tiempo y seguir siendo beneficiario de ese negocio que como otros casos durante el período democrático y que se mantienen vigentes.

Todos sabíamos que así era, todos reconocíamos que la corrupción era campante, que era rampante, que era un auténtico mecanismo de articulación entre los empresarios, tanto nacionales como extranjeros, y los funcionarios de turno. Te permito que te hagás millonario, no hay problema, pero permitime este contrato, o bien convertite en millonario, pero no me toqués mis intereses, no movás ciertas cuestiones que son puramente “nuestras”, no me vayás a hacer olas con lo de los impuestos, no vayás a salir con lo de los derechos humanos, con todos esos resentidos sociales que no quieren los proyectos de inversión, no me quités la comodidad de los espacios de exclusión y exención de impuestos, como las zonas francas, en fin, quietecito, calladito y te va a ir mejor.

Recuerdo que empezaba el primer gobierno democrático y apoyé como asesor a “Fito” Paiz, en el Ministerio de Finanzas Públicas y en esa dinámica, allá en el piso 18, veíamos otros colegas y yo a cierta gente, por usar un adjetivo, “rara” y que tenía sus oficinas en dicho nivel. Ante la duda, un día le preguntamos a Fito, si era parte de su equipo, pero él nos dijo que no, que también le había llamado la atención, pero que no sabía quiénes eran, pero que iba a averiguar.

Una semanas después Fito nos manifestó que ya había averiguado quienes eran y nos dijo que eran militares y que en esas oficinas controlaban todas las aduanas del país –¿Le suena conocido esto estimado lector o lectora?– y a Fito le costó mucho moverlos del piso 18.

Otra anécdota fue con Paquito Villagrán, cuando era Viceministro de Relaciones Exteriores del primer gobierno democrático y estando en una reunión social, se acercó el Ministro de la Defensa y le increpó a Paco, con poca delicadeza y educación, que qué pasaba que no le nombraba a su gente, ante lo cual Paco, con mucha tranquilidad, le manifestó que se estaban haciendo las pruebas respectivas para la selección del personal, pero el Ministro respondió molesto, que eso no era así y que esperaba que le resolviera lo de su gente y se retiró. Paco nos comentó a quiénes habíamos visto el incidente que los militares nombraban a su gente en todos los consulados del país, –¿le suena conocido esto lectora o lector?, seguro que no–.

Esas son muestras de un sistema que se resiste a abandonar la comodidad de la coima y el enriquecimiento ilícito en gran escala, todo esto que apareció hoy documentado, venía desde muchos años atrás y todos los regímenes democráticos lo han repetido, en todos los organismos, hoy simplemente se encuentra en una fase posiblemente terminal, pero que tomará mucho tiempo, esfuerzo y trabajo, en donde la ciudadanía no puede quedarse atrás del trabajo impecable del MP y la CICIG.

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