Estuardo Gamalero
“El liderazgo es una oportunidad de servir, no de lucirse” J. Donald Walters
Somos una nación muy peculiar, una sociedad altamente dispareja. Entre los barrancos de desigualdad de oportunidades, proliferan la envidia y el rencor. Cuando vemos que el vecino tiene el chance de mejorar nos da cólera. Si la competencia tiene un problema, nos alegramos y si podemos, hasta tratamos de darle el tiro de gracia. Somos chismosos y un gran número de personas son oportunistas. Las redes sociales se han convertido en un espacio para que fantasmas inventen noticias falsas y los brutos las «posteen» con el afán de destruir el honor de las personas.
No debemos caer en un régimen en el cual, quien disienta de la “autoridad” se considere enemigo o sufra por el miedo de una persecución política. Los líderes deben actuar como puentes, no servir de guillotinas. Por supuesto, el buen líder busca aplicar la ley a todos por igual, pero nunca torciéndola.
Aclaro, que no me refiero a la lucha con principios claros e inmutables en contra de la corrupción y defensa de la transparencia. Me refiero a los circos mediáticos que ganan y pierden los juicios a través de titulares en las noticias.
Clamamos por justicia, por Estado de Derecho y por seguridad jurídica. Eso sí, cuando tenemos que pelear por una causa o un caso, muchos buscan al abogado capaz de hacer trampa, al político que tiene machucada la cola, o al activista que busca un medio de vida como parásito de la conflictividad y una oposición sistemática.
Los chapines criticamos, nos oponemos, pero muy pocos se involucran en la solución de los problemas. Confundimos la crítica objetiva por las inmundicias de los corruptos, frente a la voluntad de enmendar las cosas después de haber sido parte de un modelo perverso de sociedad.
Preferimos quitarle al que tiene, que trabajar duro por lo que anhelamos. Ejemplo son: los abusos que contemplan los pactos colectivos de trabajo, cuando un pequeño grupo dispone de ventajas en perjuicio de los intereses y la transparencia de toda una nación. Así también, el político que se enriquece ilícitamente con los recursos del pueblo, o el empresario inescrupuloso que en su afán de hacer más dinero o mejorar su cuota de poder, se acuesta en el mundo de los negocios con cualquier nuevo socio, sin importarle el origen y el propósito del capital que representa el otro. También constituye un abuso, el traspaso de los límites de la diplomacia y la imposición del miedo como recurso para obtener cualquier objetivo.
Es importante destacar que el uso del miedo como mecanismo para obtener un fin, es inmoral e ilegal. Pero hay que saber diferenciar dos clases de miedos: el que tenemos como consecuencia de las cosas malas que hicimos; y el que nos imponen como advertencia para que hagamos o dejemos de hacer algo. Esto último constituye intimidación.
Tenemos sed de justicia, pero en la intención de ver resultados permitimos los abusos de la ley. En otras palabras llegamos a aceptar que “el fin si justifica los medios”. A los chapines, no nos gusta sentirnos burlados y en nosotros mismos esperamos ciegamente que siempre se respeten las garantías del debido proceso y la presunción de inocencia: Pero cuando se trata de alguien más, esos derechos ocupan un segundo lugar.
Denunciamos la manera en que se administra y maneja el Estado, pero convenientemente olvidamos que es obligación de los buenos guatemaltecos la participación activa. Suministrar a los buenos funcionarios y empleados públicos es responsabilidad de la gente honorable. Los aprovechados ya nos demostraron que tienen la capacidad de proveer y colocar en todo el aparato estatal, a la misma calaña de gente que sale de sus filas.
Los niveles de inseguridad personal y ataques en contra de la propiedad privada son alarmantes. De continuar así, lo que hasta ayer preocupaba, en poco tiempo nos desesperará. Vale la pena mencionar que en un clima como el actual, el populismo se puede convertir en despotismo y afectar profundamente los cimientos de la República.
Con notas y noticias con sabor a sangre, se manipula al pueblo en su anhelo de justicia.