Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

En Guatemala tiene que caer gente del círculo para que los ciudadanos más conocidos se interesen en la forma en que ha venido funcionando nuestro sistema por décadas. El Sistema de Justicia y el Penitenciario han sido parte de ese secuestro, ahora entendido como cooptación que se ha hecho del Estado para satisfacer a los poderes ocultos, y a quienes acceden a esos poderes por diferentes medios para asegurar impunidad.

Del de justicia no decíamos nada porque aunque cuesta y se hace eterno cobrar una simple deuda civil sin dar mordida, también ese maltrecho sistema es el que permitía “arreglar” las cosas de diversas maneras, mediante recursos que algún juez, Sala, Cámara o Corte declaraban con lugar en beneficio de quien tuviera los medios para actuar por medio de los poderes paralelos y sus maneras de operar.

Antes, cuando la justicia funcionaba al gusto del cliente, era más fácil lograr lo que el abogado Fredy Cabrera describió en una entrevista como “la capacidad de alcanzar acuerdos con los jueces”, y esa posibilidad fue el aliciente máximo para todos aquellos que circulaban y circulan por el camino de la ilegalidad; esa esperanza de que al final no importa qué se haga, porque “todo se termina arreglando”.

Si sobre esa base hemos construido nuestro sistema, ¿cómo jocotes esperamos ahora, cuando la justicia tiene que atender a gente millonaria, que sea de una manera pronta y cumplida? Dejamos por décadas, algunos por indiferencia y otros por conveniencia, que los poderes ocultos hicieran de las suyas con el Sistema de Justicia, pero ahora sí pegamos el grito al cielo. Lo que viven ahora los sindicados, es el calvario que viven todos los usuarios del Sistema de Justicia.

Del Sistema Penitenciario antes no se decía nada porque éste es manejado por Lima, de quien todos sabemos que recibía órdenes de gente copetuda y de un político con el que los “copetudos” conviven (aunque lo pelen a las espaldas) porque necesitan a la Municipalidad de Guatemala para algo de sus negocios, pero ahora que los toca estar en carpas en la cárcel VIP, entonces pegan el grito al cielo.

Tendría que ocurrir una tragedia como las del interior del país o que la gente del círculo tenga que ir a un hospital nacional para darse cuenta de la realidad del país de Guatemala, a ver si así pegan el grito al cielo por el estado de nuestro Sistema de Salud o habría que esperar que a alguno de los sindicados, como parte del proceso, le quiten hasta la última prenda que tienen y tengan la necesidad de meter a sus hijos a una escuela pública, a ver si así también se rasgan las vestiduras por el estado del Sistema de Educación.

Guatemala no va a cambiar cuando deseemos que las cosas se modifiquen solo porque los de nuestro círculo están pasando el Niagara en bicicleta. El país lleva años en trapos de cucaracha precisamente por ese pacto perverso entre financistas y políticos, y la gente que hoy se escandaliza, ha guardado silencio por indiferencia o porque, como se empieza a ver en el caso de Cooptación, eran parte de la jugada.

Las estacas que hoy escandalizan son las mismas que se han labrado por años, sabiendo que algún día nos podían sentar en ellas, pero como eso era impensable hasta antes de abril de 2015, no nos importaba.

Sí, Guatemala tiene que cambiar y tiene que tener mejores sistemas de justicia, de salud, de educación, de cárceles, de rendición de cuentas, de partidos políticos y muchos otros y ahora es cuando debemos luchar para que las cosas cambien para el beneficio de todos, sin importar la clase social de los afectados.

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