Eduardo Blandón

En un extraño libro del francés René Girard, titulado “Veo a Satán caer como el relámpago”, raro por su título no por su contenido, el filósofo galo plantea la necesidad que en ocasiones tiene el género humano de lo cruento, la urgencia del sacrificio como forma de redención. En esa línea sacrificial se situaría, por ejemplo, el acto salvífico de Cristo junto a otras prácticas generalizadas en el Antiguo Testamento.

Desde esta perspectiva, no resultaría extraño conjeturar que la CICIG no haría sino satisfacer los deseos de sangre, metafóricamente hablando, de una población con necesidad de justicia.  O sea, la captura de la semana pasada de los delincuentes, 25 o 26 en total, no sería sino una orgía sacrificial que podría dejar satisfechas a las almas indignadas del país.  Lo que sería triste, desde mi opinión.

Si bien tenemos que felicitarnos y sentirnos complacidos con el Ministerio Público y la CICIG, debemos ir más allá de las capturas puntuales para atender la raíz del problema que es la conformación de un sistema que promueve la impunidad y permite la corrupción en todos sus niveles.  Gozarnos solo en la caída de los pícaros, su cara triste, su caminar cansino y las fotos de primer plano con grilletes, es irnos por la finta y no comprender el deber de trascender nuestras emociones.

Lo del Ministerio Público y la CICIG es grandioso, pero hay que seguir dando pasos.  La sociedad civil debe exigir, por ejemplo, la transformación profunda de la Ley Electoral y el combate serio de la impunidad.  Como indica un matutino, hay que exigir también el despojo de la inmunidad de los funcionarios públicos.  De lo contrario, seguiremos en las mismas, postergando lo urgente para beneficio de los de siempre.

Hagamos que lo acaecido en estos días en virtud de los actos valientes de Thelma Aldana e Iván Velásquez, sean oportunos para propiciar una Guatemala diferente.  Gocémonos en la justicia, pero seamos conscientes que debemos continuar.  En este “negocio”, es inexcusable que no nos involucremos, pero, sobre todo, que no lo hagamos con inteligencia, llegando hasta la raíz de las cosas.

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