Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

El día jueves el MP y la CICIG metieron un sopapo que todavía resuena en los valles más lejanos de este país y que seguramente, le ha quitado el sueño a muchos que se habían acostumbrado a nadar en la pestilente piscina de la corrupción.

Lo del jueves fue un histórico comienzo que implicó un titánico esfuerzo porque significó reconstruir hechos de años pasados que debieron ser sustentados con pruebas que ahora formarán parte del proceso judicial. Entendiendo y saludando ese esfuerzo, debemos entender que esta es una parte del iceberg, porque cayeron todos aquellos que operaron a través de Juan Carlos Monzón y Víctor Hugo Hernández, pero hubo quienes financiaron por otras maneras que también fueron ilegales.

No podemos ser ingenuos, ni mal intencionados para decir que Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti, los asaltantes del momento, son los únicos que han ordeñado las arcas de este país tras el pacto alcanzado en la campaña, lo único que sí es justo y correcto decir, es que ninguno de los otros mafiosos que les han antecedido tuvieron durante de su gestión a un Iván Velásquez que logró empoderar a una Thelma Aldana, para que juntos lucharan contra un sistema corrupto.

Hoy, al momento en que escribo estas líneas, es más “sexy” hablar de cómo alguien de la Primero de Julio o un militar “de carrera” se hicieron millonarios y obtuvieron juguetes más caros, pero debemos entender que esta lucha contra la corrupción fraguada a través del financiamiento electoral, no debe ser como la lucha contra el narcotráfico.

Y con eso me refiero a que en la lucha contra las drogas caen un montón de capos que rápidamente son sustituidos en un proceso natural de llenado de los vacíos del poder; el capo cae pero el negocio y su modus operandi persisten solo que manejado por otras manos, quizá más aventajadas que las anteriores.

Y eso es justamente lo que tenemos que evitar en el país. El mismo Comisionado Velásquez lo dijo a La Hora en referencia al caso de “La Línea”, al afirmar que tras haber caído “La Línea” no significó que las mafias desaparecieron del todo o que se esfumó el contrabando y ese es ahora el gran reto que como país tenemos para cambiar las reglas del juego que eviten que los negocios solo cambien de manos.

Por eso es que ahora, a partir del lunes que inician las mesas de discusión de las reformas a la ley electoral, La Hora hará su aporte y luchará porque seamos más preventivos que reactivos y con ello me refiero a que las reglas del financiamiento sean unas que nos permitan conocer a los accionistas de quienes deseen financiar, evitar recibir dinero de empresas de cartón, que una persona de más de lo que puede aportar en base a lo que genera, que los contratistas del Estado donen dinero (ni siquiera por medio de terceros).

Además, urge la democratización de los partidos políticos porque adicional a la expectativa de llegar a ser presidente y vicepresidenta, Pérez y Baldetti lograron abrir el chorro porque eran ellos, los que a dedo, asignarían las casillas de elección de su partido y créame que eso cuesta pisto, sin contar lo que se pacte y ejecute una vez en el poder.

Pero nada de esto pasará si como dijeron el jueves en la conferencia de prensa, los guatemaltecos no pegamos un grito inequívoco de basta ya y nos involucramos en una lucha sin tregua, exigiendo al Presidente que asuma su papel y apoyándolo si decide hacerlo sin cortapisas.

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