Sandra Xinico Batz

Muchas veces he querido creer en el Estado, en la posibilidad de que sea algún día lo que se supone que debería ser (o lo que aprendí que era según la ciencia política), un ente administrador de la vida colectiva que posibilita a los ciudadanos condiciones y oportunidades, pero cada vez esto se ve más lejano y mi querencia por un Estado diferente se diluye mientras intento comprender su génesis y por ende lo que es ahora: un monstruo.

Estudio la historia y no observo un Estado que se deba a los pueblos, existen algunos que desde la base del Estado tradicional se han transformando pero aún arrastran un origen elitista y de obtención de privilegios. Esto no implica, claro está, que el Estado que conocemos no haya “evolucionado” hasta como lo conocemos hoy: un espacio político-económico que resguarda funcionarios que han dejado a un lado el servicio público y han optado por la “carrera del Estado” o sea hacerse campo y ganar espacio en este no precisamente por méritos sino por su capacidad de coaccionar al otro o por su disposición a avalar la corrupción, encubrirla o practicarla.

¿Alguien acaso cree que los únicos que deben entregar cuentas ante los tribunales de justicia son los exfuncionarios del gobierno anterior y que la encarnación del mal (político) son únicamente (o sobre todo) Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti? Es como querer creer que toda la historia del Estado guatemalteco ha sido de amor y paz y ahora ajusticiamos a aquellos que descaradamente lo denigraron, lo cual sabemos que no es cierto, pero en un minuto se nos pasa, como cuando se nos olvida que Serrano Elías es un prófugo de la justicia y que su “exilio” no se trata precisamente por haber sido un político ético o mejor dicho un funcionario público ético al servicio de los pueblos y que debe regresar no como el “hijo pródigo” que salvará a nuestro país sino como el funcionario prófugo que debe ser ajusticiado.

¿Y qué me dicen de Alfonso Portillo, quien luego de ser encarcelado por corrupción regresa como héroe sobre el caballo de la desmemoria al país de la amnesia social? ¿Qué decir de aquellos que siguen creyendo que la mejor época del país (en materia de seguridad) fue durante las dictaduras militares y que Ubico es digno de ser venerado por su carácter y “tenacidad”?

¿Qué opinan los jóvenes que siguen recibiendo cátedras magistrales de aquellos famosos políticos como Vinicio Cerezo cuyo capacidad de orador le ha servido para que su discurso nos envuelva y se “nos olvide” que su gobierno fue solapador del genocidio y la institución de la falsa democracia, o sea, fue una pantalla?

Si de funcionarios nefastos y criminales hablamos y sobre todo queremos que sean castigados, no podemos seguir asumiendo que el Estado monstruo emergió ahora y es personalizable en dos o cinco o veinte personas, porque desafortunadamente han sido cientos de personas las responsables de este estado de cosas que no dejan de estar.

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