Juan José Narciso Chúa

No supe de la muerte de Julio, sino hasta el sábado leyendo un artículo de mi buen amigo Guayo Velásquez, pérdida que lamenté enormemente, pues no supe que estaba enfermo, ni sabía de algún mal que le aquejara. A Julio lo conocí tangencialmente y además cuando ambos estábamos en grupos políticos contrarios, dentro de la política de la Facultad de Ciencias Económicas hace ya muchos años, pues recuerdo que recién me había graduado y junto a Edgar el Guzy Balsells y otros colegas hicimos el esfuerzo de enfrentarnos a la denominada Rosca, un grupo político que dominaba todas las elecciones y con ello tenían todo el poder en la facultad.

Recuerdo que una vez les ganamos, una excepción a la regla, pues resultaba sumamente difícil por la fuerza que representaban y el poder que detentaban en aquellos años; sin embargo, Julio siempre fue un tipo accesible y más bien conciliador, con lo cual siempre mantenía un trato afable con nosotros, a pesar que para otros resultábamos siendo realmente sus más enconados adversarios, una situación que duró por muchos años. Desafortunadamente a pesar de haberse ganado el colegio, la gestión no fue la más afortunada, con lo cual, prontamente la Rosca, volvió a tomar el poder y tanto el Guzy como yo nos alejamos de la facultad y su política.

Sin embargo, en esos años, más allá de la política interna, se llevaba una dinámica externa que involucraba seriamente a toda la Universidad de San Carlos, con lo cual muchos profesores, estudiantes y trabajadores sufrieron la muerte o el exilio, una situación que causó un enorme vacío de profesores, pero principalmente de intelectuales de enorme valía. El famoso Tigre, fue en dos ocasiones Decano en funciones, tal como lo señala Guayo, en períodos sumamente álgidos y complicados, pero Julio no se amilanó y sacó adelante dos momentos, que denotaron su capacidad de articulación de acuerdos, su manejo de una forma distinta de la facultad y supo enfrentar las presiones que en esos tiempos eran pesadas.

Julio Meneses fue injustamente involucrado en un hecho en el cual él no tuvo nada que ver, justamente cuando terminaba su relación laboral con una empresa farmacéutica y pasaba a ser Contador Público de la SIECA, lo cual lo afectó enormemente. Recuerdo que ese año en que fue liberado lo encontré en la San Silvestre de ese fin de año, cuando lo vi, me le acerqué y lo abracé para desearle la mejor de las suertes rompiendo con ese doloroso e injusto trance.

Años después, el Guzy, siendo Coordinador de Tesis, en la Maestría de Administración Financiera, en la cual el Director era Julio, apoyado por el Decano Eduardo Velásquez, me invitó a un examen sobre un tema que yo tenía cierta experiencia, lo cual acepté gustoso, pues tenía fácilmente 20 o más años de no volver a San Carlos. En el examen participó el Tigre y cuando concluyó me pidió que me incorporara como docente y acepté gustoso, pues ya me había hecho esta generosa propuesta el propio Guayo, con antelación, con lo cual tuvimos un período de tiempo en que compartimos más y bromeábamos mucho sobre las posturas políticas de aquellos años, así como fregábamos con su pasión por los Rojos y siempre me decía: “vos cremita”, pero luego el Tigre fue removido por cuestiones de formalidades dentro de la Usac y yo ya no continué con la maestría.

Así fue Julio Meneses, una persona con un enorme corazón, un ser humano a quien no le interesaban los conflictos, supo vivir con ellos y también fue sabio para salir de ellos. Hoy que escribo esta nota recuerdo su buen humor y su tradicional “y vos siempre como Santiago” y uno al dudar, le replicaba: “nunca te das algo”. Por este medio expreso mi humilde agradecimiento a su honesta amistad y a su gran espíritu de sacrificio y temple en las grandes dificultades. Mi más sentido pésame a su hijo Jorge, a quien tuve la oportunidad de darle clases y enviar mis saludos con regularidad, así como mis más sentidas condolencias a su familia y amigos. Descansá en paz Julio, hasta siempre Tigre.

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