Raymond J. Wennier

Resumiendo el artículo anterior, diremos que la “Evaluación Formativa” es de doble vía; está basada en la retroalimentación inmediata, en un contexto claro y cuyo fin es asegurar que el aprendizaje se manifieste en éxito. Que la persona que ha pasado por un verdadero proceso de aprendizaje, demuestre con hechos, acciones, lo que ha aprendido, que sabe utilizar ese conocimiento para alcanzar sus metas.

La evaluación formativa es exactamente eso, es hacer un juicio sobre cómo puede el proceso ayudar en la formación del individuo para mejorar su acción en el presente y también en el futuro. Que por lo menos tenga las bases para saber enfrentar un futuro desconocido, a veces predecible. Vemos entonces que no es solamente en el campo educativo que se aplica este tipo de evaluación sino también en las organizaciones de todo tipo, negocios, industrias, servicios, asesorías, entre otras. Es cuestión de pensar en cómo aplicarlas pues son indispensables para la buena conducción empresarial.

Para ayudar en esa reflexión y consideración, ofrezco los siguientes puntos manteniendo presente que estamos en el “mindset” de una evaluación de dos vías. Veamos:

1. Hacer preguntas profundas que hagan pensar a los miembros del grupo. Además de la pregunta inicial, son de suma importancia las preguntas de seguimiento. ¿Por qué? ¿Puede explicarlo más ampliamente? ¿Cuáles pueden ser posibles alternativas? ¿Cómo puede aplicarlo a la nueva situación que estamos considerando?
2. Escuchar atentamente a las respuestas que dan los miembros del equipo. Eso ayuda a conocer mejor a las personas en tres áreas: Cómo piensa, cómo siente sobre el tema y cuáles son sus creencias sobre el asunto. Así se entienden las fuentes y se evidencian los fundamentos de sus opiniones.
3. Interpretar la evidencia haciendo preguntas como ¿Qué? ¿Por qué? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Quién? Éstas siguen siendo básicas y pueden aumentarlas para completar de acuerdo a las necesidades en su organización.
4. Decidir y ejecutar acciones. De nuevo las preguntas juegan un papel esencial. ¿Cómo vamos a poner en práctica nuestra decisión? ¿A quiénes tenemos que tener en nuestro equipo para poner en práctica la acción decidida? ¿Qué tiempo tenemos para la implementación de nuestras decisiones? ¿Dónde y cuándo vamos a iniciar las acciones? Y por último, pero la más importante, ¿Cómo vamos evaluar el proceso desde su inicio, la puesta en práctica y al final?

El circuito no para, se inicia de nuevo; el éxito motiva más a seguir adelante visualizando y enfrentando mayores retos y más complejos. Si no se logra el éxito esperado, hay que empezar de nuevo, analizando situación por situación, etapa por etapa y hacer los ajustes necesarios.

No sólo el “Gran Jefe” ( maestro, instructor, jefe de sección, gerente general) tiene que volverse experto en cómo preguntar sino también los “participantes” (alumnos, estudiantes, colaboradores) tienen que saber cómo hacer preguntas más profundas y dar respuestas bien pensadas y fundamentadas para lograr, entre todos, el beneficio de la institución.

Hoy día, todas las acciones en las organizaciones han de estar basadas en la comunicación y en la colaboración y por consiguiente, la evaluación ha de ser a dos vías.

Artículo anterior¿Será posible un PODEMOS en Guatemala?
Artículo siguienteEl Derecho consuetudinario indígena